El Cadillac del último Caudillo

En abril de 1961, un Franco en declive recorrió Almería en un tiempo que también cambiaba

Era la tarde del 30 de abril de 1961. Estaba oscureciendo cuando el coche del Caudillo recorrió el Paseo camino de la iglesia de la Patrona.
Era la tarde del 30 de abril de 1961. Estaba oscureciendo cuando el coche del Caudillo recorrió el Paseo camino de la iglesia de la Patrona.
Eduardo de Vicente
00:52 • 29 abr. 2021 / actualizado a las 07:00 • 29 abr. 2021

Aquella penúltima visita llevaba impregnada un barniz pasado de moda como si todo estuviera fuera de contexto. Se trataba de inmortalizar, parando el reloj, las entradas triunfales de la posguerra, cuando el Caudillo, como los antiguos generales después de una batalla, entraba en las ciudades  para ser aclamado por las masas. 



Los tiempos iban cambiando, una nueva generación estaba transformando la realidad, pero aquí seguíamos empeñados en estirar la posguerra pensando que aquella forma de gobierno podía ser eterna y que Franco no se iba a terminar nunca



Aquella visita del 30 de abril de 1961 recordaba todavía al ‘Bienvenido Mister Marshall’. En la Plaza Circular se levantó un arco triunfal y se convocó al pueblo debajo para que recibiera con los brazos abiertos al salvador. Para darle más realce, para acentuar nuestras raíces y nuestro folclore ante la mirada del Caudillo, vistieron a las niñas de la Sección Femenina con sus trajes regionales como Lolita Sevilla en la película de Berlanga.



Había que recibir a Franco como lo que nos habían contado que era, el hombre que salvó a los “pobres” almerienses del  hambre y de la miseria cuando al terminar la guerra acogió a la tierra de Almería, adoptándola como si fuera un huérfano. Era una pequeña lección para los más jóvenes, para los que no habían vivido la guerra, para los que empezaban a dejarse el pelo largo y se olvidaban del sacrificio de sus mayores. 



Aquel último domingo de abril, Franco apareció en un impresionante Cadillac que empequeñecía su figura. Desde fuera solo se le veía la cabeza y aquel rostro inexpresivo que conocíamos por las monedas de cinco pesetas. Era el Cadillac del último Caudillo, un personaje en declive por la edad que recorría las calles de Almería montado en un coche de otra época en un tiempo que ya no era el suyo.




Como ocurrió siempre que el Generalísimo vino a Almería, los almerienses aprovechamos la visita para pedir, como pedían los habitantes de Villar del Río a los americanos. Nosotros le pedíamos progreso, que en nuestro caso pasaba siempre por al agua. Franco vino para bendecir los alumbramientos de aguas en Huércal Overa y en los campos de Aguadulce y Roquetas de Mar, donde noventa mil hectáreas se habían puesto en valor con nuevos regadíos.



Vino también a inaugurar el puerto pesquero que tanto costó construir y para echarle un  ojo a la nueva Central Térmica que ya estaba en funcionamiento frente a la playa del barrio del Zapillo.



Como tuvo que recorrer el norte de la provincia y el poniente, llegó muy tarde a la ciudad. Hizo su aparición a las siete y cuarto de la tarde en la Plaza Circular, cuando la gente ya empezaba a pensar que había pasado de largo. Las muchachas con sus trajes típicos llevaban dos horas esperando y no sabían dónde sentarse para hacer más llevadero el plantón.


Por fin llegó y se bajó del coche para saludar a la bandera que lo esperaba frente a la estatua de la Caridad. Después se montó en el Cadillac y se fue a la Patrona y finalmente al ayuntamiento, donde se le entregaron las conclusiones del III Consejo Económico-Sindical. ¿Para qué querría Franco aquel informe?


Fue un día grande en la ciudad, que empezó a vivirse la tarde anterior cuando las pensiones se llenaron de familias que vinieron de los pueblos, se pusieron luces extraordinarias en el Paseo y la Banda Municipal ofreció dos conciertos en el kiosco de la Música. Fue un día grande para los afiliados a la cofradía de pescadores, que recibieron una gratificación de doscientas pesetas para que no se olvidaran de la estancia del Caudillo en Almería. 


Fue un día grande para Bazar Almería, que con buen ojo comercial tiró la casa por la ventana con un anuncio a toda página en el centro del periódico Yugo, promocionando los frigoríficos Westinghouse que aquel verano inundaron los comedores de media Almería. Y fue un día largo para Franco, que aquella noche se quedó a dormir en el cortijo de Fischer.


Temas relacionados

para ti

en destaque