Relatos de experiencias covidianas: dos médicos voluntarios cuentan su historia

Una mesa clínica reúne a varios voluntarios en la planta COVID en los peores momentos

Parte del equipo de voluntarios de la planta COVID
Parte del equipo de voluntarios de la planta COVID La Voz
Lola González
07:00 • 10 abr. 2021 / actualizado a las 08:58 • 11 abr. 2021

Trece meses de pandemia y aún somos poco conscientes de la realidad que se vive más allá de las paredes de los hospitales en los que la lucha contra el coronavirus se ha convertido en una guerra en la que hay tantas batallas como pacientes y tantas olas que la sensación es la de estar en medio de un tsunami que solo puede parar la vacunación masiva. 



Son trece meses en los que el personal sanitario destinado a equipo COVID se ha ido desgastando, saturando en los picos más altos de ingresos y provocando que, ante la falta de manos, médicos de especialidades que de otra manera jamás se habrían cruzado con este tipo de virus acudieran de manera voluntaria al apoyo de sus compañeros y de los enfermos.



De lo que vivieron algunos de estos sanitarios que en los peores momentos de la pandemia decidieron cambiar sus consultas por la planta COVID se habló en una jornada clínica organizada para todo el personal del Hospital Universitario Torrecárdenas con un total de nueve ponentes que contaron sus ‘Experiencias Covidianas’.



Testimonios
Gema Martínez es pediatra. Durante la primera ola que respetó a la provincia de Almería, posiblemente por su propio aislamiento, ella veía por la televisión la situación que se estaba viviendo en otras ciudades y se sentía “un fraude” porque “no estaba haciendo nada en la pandemia”. Fue en noviembre, cuando una compañera, Marisa Rodriguez Lucenilla, tras pasar el COVID comienza a trabajar como voluntaria en la UCI cuando tuvo claro que si eran necesarios voluntarios, allí iría. “Sentía que estaba en deuda con la pandemia”, afirma rotunda, y cuando llegó la oportunidad cumplió con el compromiso y dio un paso al frente.



El caso de Melania Rodríguez fue algo distinto. Ella es psiquiatra y desde el mes de abril estaba trabajando junto a otros compañeros en un programa de asistencia telefónica a los pacientes COVID con la intención de acompañarles “ante el miedo, la angustia o la ansiedad que les puede generar el ingreso”. Por eso cuando se pidieron voluntarios para cambiar el teléfono por el EPI se apuntó al equipo ya que conocía a los internistas que trabajaban en el espacio COVID y, a pesar de haber estudiado psiquiatría “para no tener que ver a la gente morirse”, decidió entrar en la lucha contra este mortífero virus.



Ambas coinciden en el relato de sus ‘experiencias covidianas’ en lo arropadas que estuvieron por parte de todo el equipo de internistas que les recibió en la planta. Lógicamente sus primeros pasos vinieron acompañados de inseguridades. Dice Gema Martínez que tuvo que “re-aprender algunas cosas que no utilizas en tu especialidad, por lo que el enriquecimiento profesional es enorme”, algo que ratifica Melania Rodríguez que reconoce el “gran apoyo recibido en la parte más médica”.



Pero sin duda lo que más les ha impresionado a ambas es la soledad que acompaña a este COVID-19. “Los pacientes se ingresan solos, no pueden tener visitas y hay algunos que son muy mayores y ni siquiera pueden utilizar un móvil. Es cierto que a veces tenemos la posibilidad de que hablen con su familia a través de una tablet pero en esos momentos en los que teníamos 230 pacientes no nos daba tiempo a nada. A veces me he quedado más allá de mi turno para que pudieran hacer esas video llamadas porque estaban muy solos” explica la pediatra.



Una soledad que cala en el alma de los sanitarios y que hacía tan importante ese acompañamiento que se hace por el equipo de Salud Mental del hospital. Una salud mental que también se deteriora en el caso de los profesionales que en los meses iniciales empezaron trabajando con el piloto automático puesto pero que después de tanto tiempo se van desgastando. “Creemos que somos fuertes, que podemos con todo, pero ya empiezan a aparecer síntomas como dormir peor o estar irritables” explica Rodríguez. Esto ha llevado a que una psicóloga haya comenzado a desarrollar un programa para atención a los profesionales. 


Experiencias marcadas

Algunas de las experiencias que están viviendo los sanitarios en esta crisis les han marcado. “Un día estaba en el pasillo cuando una enfermera sale de una habitación para decirme que ese paciente se está ahogando y me pregunta por la medicación que debe darle. Le contesto y ella se marcha a la habitación. Todas las habitaciones están monitorizadas y pude ver como la enfermera le puso la medicación, le cogió de la mano (ahí se emociona), le acarició la frente y le estuvo acompañando hasta que se desaturó. Se estaba muriendo y ella se quedó allí. Es lo más bonito que he visto hacer a un sanitario” explicaba Gema Martínez que sigue llorando cada vez que recuerda ese momento.


Son situaciones dramáticas que se les van clavando a los profesionales. Recuerda Melania Rodríguez el caso de una señora ingresada por COVID a la vez que su marido y de su hijo que estaba en la UCI. “El marido falleció a los 3 ó 4 días y a ella se lo contó otro hijo por teléfono. La pobre estaba sola y no tenía con quien hablar. Cuando entramos nosotros estaba pasándolo muy mal, llevaban casi 50 años juntos y su única preocupación era saber si estaba solo cuando murió. ¿Y qué le dices? Me daban ganas de mentirle y decirle que no. Hay que tener en cuenta que no pudo hacer el proceso de duelo. No lo pudo ver, estaba ingresada en el hospital y no pudo ir al entierro” relata.


Y es que el problema de la ausencia del duelo por la pérdida de los familiares que se han quedado en el camino pasa y va a seguir pasando factura. No se pueden despedir de ellos y cree la psiquiatra que esto va a traer como consecuencia “muchos trastornos ansioso-depresivos que ya han empezando a verse” por lo que considera necesario “un refuerzo de las unidades de salud mental, con más psicólogos y psiquiatras”.


Mientras llega esta segunda parte de la pandemia, todavía en el hospital continúan en la lucha contra el coronavirus y ya puede darse por hecho que ha llegado la cuarta ola. Dice Gema Martínez que si sus manos son necesarias, de nuevo vuelve a cambiar la bata de dibujos infantiles y el mundo feliz del materno-infantil por el EPI porque “es una de las experiencias más gratificantes vividas a nivel personal”. Ahora llegaría con gran parte de la lección aprendida. 


Cuarta ola

Ojalá no sea necesario tener que volver a reforzar el servicio aunque los datos no son buenos y tanto Martínez como Rodríguez, aunque comprenden la fatiga pandémica que lleva a que se llenen las terrazas de los bares y a la gente salga, sí que no entienden que haya quien incumpla la normativa con fiestas ilegales o no usando mascarilla. “Esa gente no es consciente de lo que pasa en el hospital. Cuando ves un paciente que se queda solo, sufriendo, intentando respirar y sobrevivir...(suspira) Tendrían que venir un día al hospital y ver lo que hay, seguro que se le quitaban las ganas”, sentencia Melania Rodríguez.


Y es que nada como escuchar las ‘experiencias covidianas’ para saber lo que hay detrás de los muros del hospital. Un equipo humano que hace piña para luchar contra el virus y contra la soledad de los pacientes confiando en que sus compañeros de batalla, los que están al pie del cañón inyectando vacunas, consigan que esto acabe.


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