Viaje al corazón de un narcobloque desmantelado por la Guardia Civil

La Guardia Civil decomisa 5.100 plantas en el último gran golpe a la marihuana en la provincia

Javier Pajarón
09:55 • 10 mar. 2021

Mirado desde los invernaderos de abajo, el edificio asoma como un viejo gigante de piedra taladrado por ventanas enrejadas. Inmóvil sobre la explanada. Casi inerte. La irrupción de la Guardia Civil antes de la salida del sol parece haber alejado cualquier rastro de vida. Los vecinos han ido desapareciendo discretamente a lo largo de esta mañana de jueves y las puertas permanecen cerradas.



Solo en el exterior, con una pasmosa tranquilidad, dos grupos de mujeres y niños en edad escolar observan la escena. Suena de fondo el canto de los gallos y los números de un bingo. Mascarillas en las barbillas. “Corre, corre, los policías”, se dicen dos pequeñas de no más de cuatro años.



Pero como todo gigante, en su interior oculta un complejo sistema circulatorio. Los agentes de la USECIA (Compañía de El Ejido) y del puesto de Roquetas de Mar han tomado cuidadosamente todas las alturas y pasillos y escoltan a los operarios de Endesa y Aqualia. Quieren segar de raíz los enganches ilegales de luz y agua que alimentan el verdadero corazón del edificio, las plantaciones de marihuana. El olor es tan inconfundible como la vibración de los aparatos de aire acondicionado que zumban en todas direcciones. Demasiada refrigeración para una mañana de invierno.



La operación se desarrolla en un entorno conocido como Valle de la Orotava, al norte de la carretera que une Roquetas de Mar y Cortijos de Marín (Vícar), y se salda con el decomiso de más de 5.100 plantas de marihuana (500 kilos de cannabis) y dos detenidos.



No es la primera vez que los agentes de la Guardia Civil visitan este narcobloque. El pasado mes de junio una intervención similar precipitada en los meses de la primera ola de la pandemia descubrió un reñidero de gallos y perros en el parking subterráneo, 4.200 plantas caseros y 440 lámparas.



“La mayoría del bloque está okupado y las casas se alquilan y realquilan para usarse para el cultivo de marihuana”, explican los investigadores. “Ya estuvimos aquí antes y vamos a seguir trabajando para eliminar los cultivos”. Es un mensaje frontal contra la impunidad.



El suministro



El bloque no podría funcionar sin un suministro constante y generoso de electricidad. Lo evidencia el cuarto de contadores arrasado por un incendio que recibe en el acceso al inmueble. Los traficantes necesitan potencia suficiente para alimentar las lámparas de 1.000 vatios que dan calor a las macetas y por eso han afinado el ingenio para ocultar los enganches.


Algo parecido sucede con la toma de agua. Los técnicos cortan los enganches en el cuarto central. “No hay ni un solo contrato en el edificio”, comenta un operario con la cara cubierta para proteger su identidad. Además, esta vez han dado un paso más allá y sellan también una tubería en la calle exterior. Maquinaria pesada y una placa de hormigón completan el trabajo para tapar completamente el socavón e impedir nuevas acometidas.


Gracias a la colaboración, la Guardia Civil identifica las viviendas sospechosas y, con la llegada de la autoridad del Juzgado de Instrucción número Uno de Roquetas de Mar, pueden comenzar los registros. “¡Guardia Civil, salgan con las manos en alto!”.




La secuencia se repite hasta 20 veces en 20 viviendas del narcobloque. Los agentes de la USECIA toman precauciones, sacan sus armas y evitan relajaciones. La seguridad es la primera premisa. Nadie sabe exactamente qué encontrará detrás del portón o en la habitación del fondo. Se cumple el protocolo, empuñando el arma reglamentaria y ajustando el chaleco antibalas sobre el torso.


Llega el golpe. Los gritos y la entrada de los guardias. La luz intensa de color amarillo anuncia desde la misma entrada cada vivienda el destino de la propiedad. Cientos y cientos de macetas de cannabis sátiva, algunas apenas esquejes y otras enormes plantas floridas de un metro y medio de altura listas para su recolección.


“Es un ejemplo de las operaciones que la Guardia Civil desarrolla contra las plantaciones indoor”, explica David Domínguez, portavoz de la Comandancia de Almería. “Una parte que nos preocupa mucho es la vertiente social”, añade. Domínguez destaca peligro de instalaciones eléctricas precarias, sometidas a sobrecargas y convertidos en un peligro real para las familias de la zona.


Por su parte, el capitán responsable de la operación insiste en el impacto de la marihuana sobre los barrios y del valor de estas operaciones contra la droga, la marginalidad y la violencia. La Benemérita decomisó el año pasado más de 34.000 plantas de cannabis  en operaciones judiciales en la provincia de Almería, con 159 detenidos.


Aunque las aprehensiones sean inferiores a las realizadas contra el tráfico de hachís, la marihuana deja ya mayor número de detenidos, según datos del ministerio del interior. En 2019 fueron 430 entre Policía Nacional y Guardia Civil.

“Puede observarse que hay distintos modus operandi en las viviendas que se ha registrado. Utilizan equipos y sistemas diferentes”, explican de el interior de las viviendas, esquivando cables, botes de fertilizantes y desechos de la poda.


Registros sobre registros

Sorprende ver como los narcotraficantes han reutilizado los balastros y aparatos de aire acondicionado destruidos por la Guardia Civil en una operación anterior. Con una habilidad propia de expertos electricistas, los traficantes han conseguido recuperar aquellas piezas útiles entre los escombros y recolocarlos en los nuevos cultivos. Carcasas abolladas anuncian el recuerdo de una acometida anterior de los agentes.


También en las paredes. Los apuntes a mano realizados por la Guardia Civil en la compleja labor de recuento de plantas y equipos permanecen en el muro de la entrada, justo detrás de la puerta nuevamente reventada. Del mismo modo pueden verse cerraduras retorcidas por los impactos de los arietes policiales o las reparaciones de albañilería sobre el tabique reventado. En la intervención no hay portón que haya aguantado más de tres golpes de los corpulentos guardias del Instituto Armado.


Pero la operación no se detiene ahí, porque mientras la autoridad judicial visa cada uno de los registros y los agentes tiran una a una cada puerta, otros compañeros se afanan en la pesada tarea de cortar cada maceta y retirar todo el material.


Entre los equipos pueden observarse aires acondicionados, balastros, ventiladores y transformadores. Y también novedosos temporizadores y hasta tecnología por Wi-Fi capaz de activar o desactivar los focos de alta potencia desde el teléfono. móvil, sin necesidad de acudir al narcobloque. Tecnología al servicio del tráfico de drogas.


Vivir en el salón, cultivar en la habitación

El narcobloque oculta una producción industrial de marihuana, con un rendimiento económico millonario, pero es a la vez refugio de situaciones de auténtica marginalidad. Con propiedades mayoritariamente okupadas, algunas familias han trasladado su vida al salón y la cocina para libertad el resto de dependencias para el cultivo. Durante la intervención de la Guardia Civil, los agentes investigan a un vecino por un delito contra la salud pública tras hallarle medio centenar de plantas de cannabis en la casa donde residía con su familia. La marihuana tiene un carácter mucho más amateur y presenta rasgos de mera supervivencia. Vivir de la droga, eso sí. Vivir en el salón para plantar en la habitación.



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