El lujo de poder tener un chándal

La moda del chándal llegó en los 70 cuando empezaron a imponerse en las clases de gimnasia

El humilde chándal de los jugadores del Almería en el verano de 1976, cuando se concentraron para jugarse el ascenso frente al Tarrasa.
El humilde chándal de los jugadores del Almería en el verano de 1976, cuando se concentraron para jugarse el ascenso frente al Tarrasa.
Eduardo de Vicente
01:16 • 16 dic. 2020 / actualizado a las 07:00 • 16 dic. 2020

Tener un chándal empezó a ser una aspiración de los niños de la clase media cuando en los años setenta algunos colegios importantes de la ciudad fueron imponiendo la obligatoriedad de esta prenda para las clases de gimnasia



El chándal, en aquel tiempo, era un artículo de lujo que  solo llevaban los deportistas de élite. Cuando por televisión veíamos un partido de la Copa de Europa, mirábamos con envidia las indumentarias modernas de los equipos ingleses y alemanes, con sus  camisetas de la marca Adidas que entonces era la firma de referencia, la que marcaba todas las tendencias de la moda deportiva. 



Cuando algún niño de mi calle aparecía con una prenda de esta casa era la admiración del barrio y presumía delante del resto tocándose el emblema y diciendo: “Mira, es Adidas”, lo que nosotros traducíamos como sinónimo de calidad, como lo más granado que había en el mercado.



Las primeras camisetas de esta marca que vimos en Almería las llevaban los hijos de los emigrantes que estaban en Alemania trabajando. En el mes de verano que venían a pasar las vacaciones llegaban como los Reyes Magos, cargados de tesoros que nosotros, los que vivíamos en Almería, no teníamos a nuestro alcance. Lo mismo aparecían con una bicicleta de paseo con las marchas incrustadas en el cuadro que con la indumentaria completa del Bayern de Munich, un equipo que al menos a mí me gustaba mucho en aquellos años, no solo por sus modernas vestimentas, sino porque solía ser el verdugo del Real Madrid.



Aquí, en Almería, nos teníamos que conformar con el chándal que llevaban los jugadores del nuestro primer equipo de fútbol, que era tan modesto que creo recordar que no tenía ni marca. Era un chándal con el pantalón de elástico que no era precisamente el paradigma de la elegancia. El chándal también era una prensa de lujo para los jugadores del Almería, que solo lo utilizaban para los desplazamientos, para las concentraciones y para los partidos oficiales de casa, casi nunca en los entrenamientos para que no se estropeara, ya que el chándal tenía que durar toda una temporada y si el jugador renovaba, repetía la temporada siguiente con el mismo chándal.



Los niños de los primeros años setenta no aspirábamos a tener un chándal porque sabíamos que nos quedaba dos escalones por encima de nuestras posibilidades y porque tampoco nos hacía falta. Estábamos educados en la austeridad absoluta y teníamos suficiente con la libertad de jugar a pleno pulmón en las calles y nos importaba poco con qué indumentaria fuera. 



Algunos ni teníamos chándal ni aspirábamos a él ni tampoco sabíamos lo que era un pantalón de deporte. En invierno jugábamos al fútbol con el mismo pantalón con el que nos habíamos sentado una hora antes en la banca del colegio, para disgusto de nuestras madres, que se dejaban la vista cosiendo rotos y remendando las rodillas con aquellos parches de cuero que se pusieron de moda.



Ni nos hacía falta el chándal ni el pantalón de deporte ni los zapatillas llamadas tenis, que empezaron a causar furor en aquel tiempo. Las que más éxito tenían era los de la marca Keds, que eran las más bonitas y las más caras y se utilizaban con frecuencia como prenda para ir a la escuela. Los que no teníamos tenis jugábamos al fútbol con las sandalias si era verano y con las botas Chirucas si era invierno, destrozando cualquier calzado que cayera en nuestros pies. 


Cuando los tenis se generalizaron salieron al mercado algunas marcas más económica que los Keds, y hasta los niños más pobres de los arrabales empezaron a lucir aquellos humildes tenis de la marca la Tórtola que se compraban a puñados en los mercadillos ambulantes


Tener un chándal o unos tenis decentes era tan inalcanzable para muchos como disfrutar de la vestimenta completa de nuestro equipo de fútbol. Fuimos muchos los que pudimos completarla en varias etapas: primero nos compraron la camiseta para los Reyes Magos, unos meses después, para celebrar el santo cayó el pantalón y en el cumpleaños las medias y las botas. Cuando salíamos a la calle vestidos de futbolistas de verdad nos lucíamos como si fuéramos vestidos de domingo a dar una vuelta por el Paseo.



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