Cuando el árbol era de verdad

Eduardo de Vicente
07:00 • 01 dic. 2020

Ahora los árboles son de hierro y se repiten en serie por todos los pueblos y ciudades de España. El viejo pino de verdad que colocaban en la Puerta de Purchena, cuando la ley lo permitía, ha dejado paso a unos espantosos artilugios de hierro que fingen ser árboles para que todos finjamos que estamos en Navidad.



De aquello que llamábamos espíritu navideño queda poco y menos aún este año de epidemia y miedo en la que los ciudadanos no sabemos qué camino coger. Por un lado nos repiten a diario que procuremos no salir mucho, que lo recomendable es quedarnos en las casas todo lo que podamos, mientras que por otro lado los ayuntamientos nos llenan de luces, de pinos metálicos y de música las calles para que la gente salga en rebaño como si aquí no pasara nada.



La Navidad llega cambiada y en el camino se han ido perdiendo viejas tradiciones que sumadas iban tejiendo un sentimiento común que podía parecerse al tan nombrado espíritu navideño. Ya no se pide el aguinaldo por las calles, porque a los niños de ahora les sobran los caramelos y tampoco tienen calles. Tampoco se sale en familia a ver los escaparates, porque cada vez quedan menos comercios en el centro y casi han desaparecido las tiendas de juguetes. Tampoco se escuchan los villancicos, sustituidos por la música moderna. Recuerdo, en mi infancia, la emoción de esa primera tarde que salías al Paseo y escuchabas los villancicos por los altavoces, aquellos villancicos populares que no tenían ninguna pretensión religiosa, que no eran nada más que coplillas tradicionales que se transmitían de generación en generación. Hoy el espíritu navideño reside en los bares, como el espíritu de la feria y el de la Semana Santa. 



En los años sesenta, cuando la Navidad conservaba todavía una parte de autenticidad, el Ayuntamiento de Almería puso mucho empeño en subir el nivel de las fiestas para que se parecieran, al menos en intensidad, a las de agosto.



Fue en los años cincuenta  cuando el ayuntamiento se sacó de la chistera unas modestas fiestas de invierno para alegrar la vida de las calles. Pero hasta 1964 esta pequeña feria de diciembre no contó con grandes actos ni sirvió para cambiar de verdad el pulso de la ciudad durante los días de Navidad. Ese año, el entonces presidente de la Comisión de Festejos, Ginés Nicolás Pagán recuperó la Cabalgata de Reyes de la tarde del cinco de enero, que llevaba varios años sin organizarse y llevó la luz, los villancicos y los belenes por el centro y por los barrios. 



Corrían los tiempos del turismo y la posibilidad de convertir la costa de Almería en un destino de invierno para los extranjeros, animó a las autoridades a invertir en unas fiestas semejantes a las que organizaban en lugares como Tenerife o Alicante.  Cada año, el ayuntamiento trataba de mejorar las fiestas de invierno, con nuevos festejos, con más participación de los ciudadanos. En diciembre de 1967 sorprendió con la instalación de un gigantesco árbol de Navidad en el centro de la Puerta de Purchena, adornado con luces de todos los colores y cargado de regalos. Era una Puerta de Purchena muy distinta a la actual, aunque ya presentaba algunas señales de transformación. 



Todavía no había sido derribada la casa que hacía esquina con la Rambla de Alfareros donde estaba la popular ferretería de Vulcano. En el terrao del edificio se colocó por aquellos años un espectacular anuncio luminoso de la casa Philips. Detrás asomaban los pisos del edificio Tauro, que representaba las nuevas formas arquitectónicas.



En la fotografía adjunta se puede apreciar, junto al letrero de la ferretería Vulcano, una señal de flecha indicando la ubicación del cuartel de la Guardia Civil que existió en la misma Puerta de Purchena. En 1967, el año que montaron el gran árbol de Navidad, no existía un solo local libre en la zona y la Puerta de Purchena conservaba su condición de punto de encuentro y referencia obligada. 


Por eso, el alcalde, Guillermo Verdejo Vivas, y el responsable del área de Festejos, Ángel Gómez Fuentes, centraron sus esfuerzos de potenciar las fiestas de invierno utilizando  a la Puerta de Purchena como botón de muestra del esplendor de la ciudad; la engalanaron con el árbol cargado de luces y de regalos, y además invitaron a todos los comercios del centro a participar en un concurso de escaparates, en un intento de motivar a los propietarios para que adornaran sus tiendas. En el Paseo, en el kiosco de la música  que había frente al edificio de Correos, construyeron un Belén monumental donde iban los niños a echarse fotografías y a lo largo de toda la avenida se instalaron puestos ambulantes.

Todas los días, tarde y noche, había bailes en la Caseta Popular que pusieron en la Avenida de Vívar Téllez, actual Avenida de Cabo de Gata, y las instituciones de mayor solera  como el Casino y el Círculo Mercantil, organizaban verbenas para sus asociados.



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