Entre los años 50 y 90, en cada barrio de Almería había un cine o una terraza de verano. El cine Listz, Roma, Reyes Católicos, el Jurelico, Imperial, Monumental, Moderno, Los Ángeles, Emperador, Cervantes, Apolo, Bahía, San Miguel, entre otros. Cines a los que se acudía a ver aquellas grandes producciones, aquellas películas de vaqueros, de Bruce Lee, vampiros, cine español. Muchos ofrecían programa doble, un estreno y una película de segunda, o tercera clase.
Cines, en principio familiares y humildes. A veces la película se partía, se quemaba, se salía, o se rompía la lámpara del proyector. Esto provocaba un corte que podía durar minutos, horas, o incluso tener que suspender la función. Durante estos cortes, o en los descansos entre cada película, el público aprovechaba para comprar en el ambigú del local. Una bolsa de kikos Churruca, regaliz negro o rojo. Aquellos que podían permitírselo compraban uno de ese chinitos, o un bollito relleno de merengue y cubierto de coco, traídos desde la pastelería del Barrio Alto.
Los niños salían del cine, y se convertían en el héroe, en el “muchachillo” de la película que habían visto. Daban gritos de Tarzán trepando por las moreras de la rambla, luchaban con espadas de madera, como los tres mosqueteros, o lanzaban flechas de caña con arcos, como Toro Sentado. Cines de primeros besos, de brazos por el hombro de primeros amores, de manos unidas en la oscuridad. Terrazas al calor del verano, con sillas de madera o hierro en las que para estar cómodo, algunos llevaban su propio cojín. El cine Pavía era uno de aquellos cines de barrio.
Era enero del año 1953, cuando Miguel García Bretones, un industrial almeriense, propietario del taller de mecánica ubicado en la calle Juan Lirola, y San Leonardo “Talleres García Bretones” dirige un escrito al ayuntamiento en el que solicita permiso para cubrir una parte del Cine de Verano, situado en la calle de Arquímedes. La parcela, de forma rectangular, tenía unas medidas de 23 metros de fachada y 11 metros de fondo, en la zona que se destinaría a salón de localidades. A cada extremo, dos pasos de 3 metros de anchura. Estas galerías laterales se utilizarían como vestíbulo, y para evacuación del público, disponiendo para ello de dos puertas con apertura al exterior. Por una de ellas, la situada al norte, se accedía a la terraza de verano.
El acceso a la cabina de proyección era independiente, y dicha cabina se encontraba sobre el vestíbulo principal. La cabina, de 3x3 metros, y 3 metros de altura, cumplía las medidas establecidas por el reglamento. Construida con materiales incombustibles y dotada de ventilación, contaba con una puerta revestida de chapa que abría hacia el exterior.
La sala tenía una altura de 7,50 metros en el centro, y 6,30 metros en los laterales, ya que la forma de la cubierta era abovedada.
La construcción de los cimientos se realizaría de mampostería ordinaria, con rasantes de hormigón para evitar humedades. Los muros de alzado en mampostería y sobre el enrase de arranque de la bóveda de cubierta, constreñida con triple tabicado de ladrillo, una cadena de hormigón armado para contrarrestar el empuje de aquella.
El pavimento de la sala, de tendido de cemento, y la ventilación natural. Los aseos en numero de dos inodoros para señoras y dos para caballeros, con acceso discreto e independiente por el vestíbulo. El forjado del techo plano sobre el vestíbulo sería de ladrillo armado, incombustible. La sala tendría una capacidad de cuatrocientas localidades. El presupuesto total de la obra ascendía a 96.500 Ptas.
Miguel, era un hombre con mucho talento, emprendedor e inventor. Durante su época de estudiante obtuvo en 1915 una de las recompensas otorgadas a los alumnos de las clases de dibujo lineal en los exámenes de fin del curso, por lo que se le otorgó una medalla de plata. Ayudante en el Taller Metales de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos en 1925 , fue nombrado en 1929 Maestro de Taller de Metalistería Artística en el mismo centro. En este taller, además de numerosas reparaciones mecánicas, se construían máquinas, de diseño propio, como máquinas hidráulicas, que se vendían o alquilaban a fábricas, al matadero municipal, y otros negocios. Fue aquí, donde su hijo, Antonio García del Águila, diseño y fabricó un proyector para el cine Pavía, como el que ya había en la terraza de verano. En la foto del proyector, el chico que está en medido, agachado, era Antonio, el portero del cine. Le faltaba un brazo, por lo que le apodaban “el manco”. Era muy querido y conocido en el barrio. Mi padre, que acudía mucho con mi madre al cine Pavía, recuerda a Antonio con cariño, y relata como cogía la entrada con la única mano que tenía, y una vez revisada, la sujetaba con la axila del brazo que le faltaba y con la otra mano la cortaba con total destreza.
En el cine y en la terraza de verano, no solo se proyectaban películas, también era lugar de celebración de bailes y verbenas durante las fiestas de barrio, como la realizada durante la feria de 1952, en la que se eligió a la señorita Encarnación Rebollo Ortiz, para representar al barrio marinero de san Roque en la elección de Reina de la Feria de 1952. El 1 de Marzo de 1958, la prensa se hace eco del lleno absoluto que se produjo en el Cine Pavía, con motivo de la celebración de una conferencia tras el Vía Crucis del sector de San Roque.
La familia de Antonio García Del Águila, vivió en una pequeña casita junto al cine de verano. Sus hijos jugaban en el solar del cine de verano, pero no solo cuando estaba cerrado, también cuando estaba en plena función. Esto provocó más de una divertida situación, como aquella en la que el hijo de Antonio, siendo muy pequeño, en plena función subió al escenario con su escupidera, y se sentó en ella delante del público, para hacer sus necesidades. Esto provocó muchas risas entre los asistentes, risas que hicieron salir a su madre a ver que pasaba, ya que la función no era precisamente una comedia. La última referencia a un acto realizado en el cine es de enero del año 1984, en la que se proyectó un cineclub sobre el humor, con motivo de las fiestas de San Antón.
En febrero de 1986, el cine estaba en venta, y era uno de los locales que los miembros de la Asociación de Pensionistas y Jubilados de la zona de Poniente-Pescadería proponían que se les concediese para establecer un club donde pudieran reunirse, ya que no disponían de ningún lugar para hacerlo. Actualmente , donde estuvo el cine, queda un solar vacío que se usa como aparcamiento.
Mi agradecimiento a Paqui García (Nieta de Miguel e hija de Antonio) por las fotos e información para la realización de este artículo.
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