El bosque de la Plaza de la Catedral

En los años 30 la plaza era un lugar acogedor, rodeado de grandes árboles y sombras

La parte central de la Plaza de la Catedral llegó a ser un bosque durante décadas. En la reforma de 1916 se apostó por los árboles.
La parte central de la Plaza de la Catedral llegó a ser un bosque durante décadas. En la reforma de 1916 se apostó por los árboles.
Eduardo de Vicente
23:18 • 24 sept. 2020 / actualizado a las 07:00 • 25 sept. 2020

Es difícil encontrar un lugar que haya cambiado tanto y tantas veces como la Plaza de la Catedral, tan susceptible de reformas y ocurrencias. 



Hoy se ha convertido en un escenario abierto, sin una sombra donde refugiarse y sin ningún elemento que invite a quedarse. Es un castigo atravesar la plaza en las horas más duras de los días de verano, un auténtico sacrificio que solo está al alcance de los turistas que se detienen cinco minutos para llevarse unas fotografías de recuerdo y tostarse un poco. 



Ya no hay vida en la plaza, salvo la que se genera en sus bares. Ya no hay niños que jueguen ni vecinos que la habiten porque no quedan bancos, ni árboles, ni sombras, ni una fuente que la adorne. Es el destino que le espera también a la Plaza Vieja cuando la conviertan en una plaza mayor en la que solo reinen los bares. Cambiaran las sombras de los árboles por toldos y en vez de bancos que rodeen su perímetro habrá veladores que dejaran la plaza desalmada. Entonces aparecerán otra vez los argumentos modernos que tanto utilizan los políticos sobre la creación de riqueza, sobre la puesta en valor del espacio y sacarán pecho cuando en las noches de verano la plaza se convierta en un botellón reglamentario y dirán aquello de “ahora sí que tiene vida”.



La que tiene complicado recuperar la vida que tuvo fue la Plaza de la Catedral, custodiada por ese batallón de palmeras que no aportan una sola sombra al escenario. Es difícil imaginar que hace un siglo, lo que ahora es un páramo antes fue un auténtico bosque donde los vecinos del barrio se refugiaban en los días de verano.



Los grandes árboles de la Plaza de la Catedral se consideraron como parte fundamental en la importante reforma que llevó a cabo el arquitecto López Rull, en 1916, y que tanta belleza aportó a la plaza. Desaparecieron los dos jardines ovalados que formaban el núcleo central y las verjas de hierro que los rodeaban. Se acordó, además, trasladar la fuente de mármol que existía en la Plaza de Bendicho para colocarla en el centro de la plaza, rodeada de cuatro macizos ajardinados y diez bancos de hierro. 






Esta reforma sirvió para que el lugar tuviera dos escenarios diferenciados: por un lado el que formaba el monumento en sí mismo, y por otro, el bosque que coronaba el núcleo de la plaza, como un lugar de encuentro de la vida vecinal. 



Esta estructura de plaza se mantuvo durante décadas, hasta que en los años de la posguerra empezaron a gestarse los proyectos de reforma que no se concretaron hasta la década de los sesenta, cuando las palas se llevaron por delante toda la esencia de aquel escenario. En 1961 ya estaba escrito cómo se iba a meter el bisturí en la Plaza de la Catedral y unos años después, en 1964 se produjo la ejecución del plan. 


El primer paso de la reforma de la plaza fue arrancar de cuajo los árboles que la rodeaban y que al parecer le quitaba la vista a la fortaleza, como si no quedara espacio suficiente para cansarse de contemplar su monumental fachada.  Había que embellecer la plaza y en el intento se la llevaron por delante. Le quitaron los árboles y le quitaron la gracia. A cambio nos trajeron una estatua dedicada al Obispo Diego Ventaja, uno de los mártires de la guerra civil.


La estatua de Diego Ventaja fue el mejor argumento para emprender la profunda reforma de la plaza que se venía aplazando desde 1961. La despojaron del arbolado para darle más claridad al entorno y que la fachada del templo pudiera verse mejor, se arregló la vieja fuente del agua, que se colocó junto a los muros del templo y se instalaron amplias aceras de mármol.


Además se modificaron los jardines, que quedaron divididos en cuatro espacios y la parte central se sembró de farolas. Lo que parecía una reforma para quedarse apenas se mantuvo cinco años. La estatua presidió aquel rincón hasta que en 1969 la tuvieron que quitar para el rodaje de la película Patton. También se llevaron la fuente de mármol blanco, desaparecieron los jardines y todo el piso de la plaza se cubrió con toneladas de arena para que pudieran pasar los tanques que durante varias semanas tomaron el recinto. 


En septiembre de 1970 la imagen del Obispo regresó delante de la torre del campanario. Fue el inicio de la etapa moderna para la Plaza de la Catedral, que volvió a tener jardines, rematados con dos estanques de agua y unos cuantos árboles que recordaban, a pequeña escala, los tiempos cuando la plaza era un bosque.



Temas relacionados

para ti

en destaque