La barrilería que recibió a Alfonso XIII

La primera vez que el Rey visitó Almería fue homenajeado por los barrileros de Terriza

Patio de la barrilería de Terriza, con la Alcazaba al fondo. Los obreros hicieron una pirámide de barriles para recibir al Rey.
Patio de la barrilería de Terriza, con la Alcazaba al fondo. Los obreros hicieron una pirámide de barriles para recibir al Rey.
Eduardo de Vicente
00:08 • 31 mar. 2020 / actualizado a las 07:00 • 01 abr. 2020

Uno de los adornos más originales que se hicieron en la ciudad para celebrar la primera visita del Rey Alfonso XIII fue el que ideó la barrilería de don Juan Terriza Morales, que a comienzos del siglo pasado era la más importante de Almería por el número de obreros que trabajaban en sus talleres y por el volumen de barriles que se construían cada año.



Aunque el objetivo principal de la visita del monarca era asistir a la inauguración del cargadero construido por la empresa que explotaba las minas de Alquife, aprovechó su estancia en la ciudad para conocer uno de los negocios más pujantes de la época, la barrilería de Terriza. 



Juan Terriza Morales era a comienzos del siglo veinte uno de los industriales más emprendedores de la ciudad. Regentaba un importante almacén de ultramarinos y harinas en la calle de Marín y era propietario de varios solares en la zona del puerto y el barrio de la Chanca, entre ellos la famosa barrilería de Terriza donde estaban empleados cientos de obreros.



En abril de 1904, cuando la ciudad se preparaba para recibir el Rey, el señor Terriza quiso sorprender al joven monarca (acababa de cumplir 18 años) y contrató al artista Tomás Montesinos para que preparara un recibimiento donde los barriles de uva fueran el principal motivo de adorno. En aquella época, la exportación de uva en barriles era el principal negocio de una parte de la provincia y el nombre de Almería se conocía a nivel internacional por la calidad de su uva que llegaba a todos los mercados de Europa y a los principales de América.



La barrilería principal de Terriza ocupaba un amplio solar en el último tramo de la calle General Luque, haciendo esquina con la Rambla de La Chanca, en lo que en aquel tiempo se  conocía como el distrito del puerto. Su dueño quiso preparar algo grande y no solo se limitó a vestir de fiesta los muros de su barrilería y a todos sus obreros, sino que se molestó en decorar toda la calle de acceso y en la entrada por el Parque levantó un gran arco de tres cuerpos formado por barriles de varios tamaños. Colocó, sobre pedestales hechos de duelas, dos columnas de barriles que a una altura de cinco metros formaban el arco de entrada.



Los laterales de la calle en toda su extensión estaban cubiertos también de barriles de uva y en la esquina frente al cuartel de la Misericordia se levantó otro arco con la forma de una fachada de chalet suizo. El pavimento de la calle, que entonces era de tierra, se cubrió con un denso tapiz hecho de serrín de corcho y las ventanas y balcones de las viviendas y locales de la zona se engalanaron con banderas de papel y flores que costeó el propio empresario.



Don Juan Terriza no solo vistió de gala la calle; en el centro del taller mandó levantar un poste de 18 metros de altura formando una pirámide monumental de barriles. El extremo más alto del mástil estaba rematado por una corona real construida a base de corcho y barriles pequeños. Al fondo, como se puede comprobar en la fotografía que ilustra esta página, destacaban las murallas de la Alcazaba.



Por fin, el miércoles 27 de abril de 1904, después de visitar la Escuela de Artes, el Rey fue conducido en coche de caballos hasta la barrilería de Terriza. A la entrada de la calle, bajo el monumental arco de barriles, esperaba al monarca el dueño del taller para darle la bienvenida con todos los honores. 


Las azoteas de las casas estaban llenas de mujeres que soltaban palomas y lanzaban flores al paso de Alfonso XIII, a la vez que lo vitoreaban con entusiasmo. 


El Rey y el señor Terriza se dirigieron entonces al patio central de la barrilería, donde los obreros trabajaban en sus distintas faenas, mostrando el monarca un gran interés por todas las tareas de la construcción de barriles y por algunos detalles del comercio de la uva, que en aquellos tiempos era la principal actividad económica de la provincia.


En el patio, el monarca se encontró con la sorpresa de la gran pirámide de barriles de cerca de 20 metros de altura. Agradecido por el recibimiento, ordenó a los obreros que posaran junto a él y el dueño a los pies del monumento, donde fueron inmortalizados con varias fotografías.


Al final del acto, el señor Terriza ofreció al Rey un barril de uva de la última cosecha. El monarca lo abrió, estuvo inspeccionando con interés el fruto y a continuación dio orden de tapar el barril y enviarlo a bordo del buque ‘La Giralda’, que lo estaba esperando en el puerto.


Esa misma tarde, Alfonso XIII  se dirigió a la estación de ferrocarril para subirse a uno de los vagones que iban enganchados a la máquina ‘Ivo Bosch’, que fue la encargada de llevarlo hasta los pies del cable del mineral. Allí habló con los ingenieros responsables de la obra, que le regalaron un álbum con fotografías del embarcadero. Los hierros del cable estaban adornados con banderas españolas e inglesas.


En los alrededores de la playa, el puerto y la estación, cientos de personas se agolpaban para ver pasar la comitiva y saludar al Rey. 

Alfonso XIII estuvo recorriendo la ciudad hasta que se hizo de noche. A las nueve fue conducido hasta el Andén de Costa donde fue despedido.


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