El misterioso lazareto del Puerto

Durante siglos, el miedo a lo desconocido vino del mar, como las plagas y las epidemias

Morro de Poniente del Puerto, antes de la instalación del faro, cuando estaba habilitado como lazareto en una imagen de Antonio Mateos.
Morro de Poniente del Puerto, antes de la instalación del faro, cuando estaba habilitado como lazareto en una imagen de Antonio Mateos.
Manuel León
07:00 • 15 mar. 2020

Era uno de los lugares más fantasmales de la rada almeriense, en el extremo del Muelle de Poniente, a pie de faro, pero más antiguo que él. Ese entorno, tan alejado de la ciudad, merodeado por gatos y roedores, desde el que se veían centellear las bombillas de las farolas del Parque, había sido un lazareto, una leprosería de esas que aparecían en películas de romanos como la de Ben-hur, pero que casi nadie podía ya recordar verlo en funcionamiento. En realidad, no llegó a funcionar como tal, como lugar de observancia de infecciosos, aunque fue inaugurado por el Ingeniero Jefe del Puerto, Francisco José Cervantes, en 1911. 



Desde tiempos remotos, las principales plagas que llegaban a Almería y a otros puertos de mar fueron las enfermedades de las que eran portadores los marineros de las embarcaciones que venían a cargar o a descargar mercancías. 



Por ello, ya a mediados del siglo XIX, se dictaron órdenes de control sanitario y se estableció el Lazareto de Almería. En un principio el pabellón sanitario era la cubierta del propio barco, fondeado a cierta distancia de la bahía, donde los infectados de alguna enfermedad contagiosa como la lepra, la peste o el cólera morbo pasaban aislados una cuarentena que entonces duraba eso, casi mes y medio, entre labores higiénicas de baldeo y desinfección, antes de poder pisar puerto. 



Existieron también lazaretos de observación en los puertos de Garrucha y de Adra. Actuaba entonces un bote del guardia de sanidad que trasladaba al médico de turno que tenía que dar el visto bueno o no al estado de salud de la embarcación antes de penetrar en la rada para su actividad mercantil.



 Desde los inicios de la actividad de control y sanidad marítima en España, el lazareto más antiguo y mejor preparado fue el de la isla balear de Mahón.





Durante varios años, el celador del lazareto de observación del Puerto de Almería fue José Espinosa Alonso, que en 1876 fue trasladado al Puerto de Adra. Con el tiempo, viendo los padecimientos que la marinería en cuarentena tenía que soportar a bordo, mientras obtenían el certificado correspondiente, se pensó en habilitar un pabellón en tierra firme para estos menesteres. Así se pensó en iniciar un proyecto de adecuación en los sótanos del morro del espigón de Poniente que finaliza en 1911, de forma precipitada, por el miedo a una invasión de cólera, con un coste de 14.000 pesetas. Contaba con un pabellón para infectados, sala de baños, retretes y dormitorios con camas de hierro. Debajo, en el sótano, se abrió una puerta, que era donde llegaba la lancha con los marineros infectados y donde desembarcaban en un ambiente de humedad y salitre. 



En vez de lazareto, las instalaciones fueron denominadas Estación Sanitaria de Almería, donde se iba a practicar, a partir de entonces, esa vigilancia médica y desinfección. Pero ese sótano, que aún se puede adivinar debajo del faro de Poniente, con unas letras escritas en piedra, no reunían las condiciones de salubridad mínimas para que ni siquiera los hombres más curtidos por los embates de las olas pudieran soportar ese confinamiento. Las habitaciones quedaron prontamente inhabitables y parte del mobiliario como una estufa se recuperó años después para uno de los tinglados del Puerto. 


A partir de 1922 entró en vigor una nueva normativa estatal que insistía en que se cumpliera con el control y la observancia sanitaria en los puertos del litoral español. Era entonces Francisco Rovira el presidente de la Junta de Obras del Puerto y Eusebio Elorrieta el ingeniero jefe. Se inició entonces un proyecto de Estación de Saneamiento para ubicarla en la margen izquierda de la rambla de La Chanca, pero no llegó a concluir, por lo que se alquiló una sala provisional de desinfección en un local alquilado en la calle Real que fue destruido después de la Guerra Civil.


A partir de 1941 se retomó este proyecto que parecía condenado a ir fracasando una vez tras otra. Había aún un miedo atávico en Almería a los barcos que venían de Orán, donde había continuos brotes de peste y también a otros vapores que llegaban desde el Mar Negro a dejar petróleo.


Se dieron pasos para esa ansiada Estación Marítima y se construyeron los cimientos en el Puerto, entre la Caseta de Salvamento de Náufragos y la torre del Depósito del Agua. Pero no llegó a finalizarse y en 1948 fue cedida en concesión a lo que fue más tarde el antiguo Club de Mar de Almería.

Sobre el ruinoso lazareto resplandecía desde 1924 el faro, que aún perdura protegido por una reja metálica, según las inscripciones que figura en al veleta. Durante años, hubo una barca de remos de alquiler que por una peseta daba un viaje de recreo entre las escaleras de La Reina y el morro de Poniente. Allí ejerció de farista Juan Manrique y años después José Alcaraz Úbeda y a los pies permaneció semihundida durante mucho tiempo la antigua draga de Almería.


En los años 70, fruto de una campaña vecinal, se quiso recuperar el espacio del viejo Lazareto, ampliando el espigón para convertirlo en acuario bajo el faro. 


El del Puerto no fue el único lazareto que se habilitó en Almería: en el lejano 1884, cuando las enfermedades contagiosas eran mortales por cientos en la ciudad, se construyó un lazareto de madera en la confluencia de la carretera de Granada y Murcia, cerca de donde hoy está el Polígono La Cepa. Fue el año en el que atacó sin piedad el colera morbo que se inició en La India y que llegó a Almería a través de Alicante. Tenía tres secciones esa caseta de observación, con retretes, gabinete de fumigaciones y despacho médico. Fue un encargo del empresario Carlos Jover, siendo alcalde Juan de Oña.


Uno de los lazaretos más antiguos de la provincia estuvo en Vera, junto a la ermita del Espíritu Santo, en el cerro de la vieja Vera, coincidiendo con las fiebres amarillas que diezmaron la ciudad en 1811. También Cuevas del Almanzora tuvo lazareto en zonas rurales apartadas de la población. Tuvo Almería focos de mortandad por epidemias de gran calado como el cólera de 1832 y 1884, antes las pestes medievales y la gripe de 1918, mal llamada gripe española, puesto que se originó en un rancho de Kansas, en Estados Unidos.



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