El túnel de la carretera del infierno

A finales de los 60 se iniciaron los trabajos para ensanchar la temida carretera de Aguadulce

Era el primer túnel de nuestras carreteras, el primer síntoma de modernidad del viejo camino que nos unía con Aguadulce.
Era el primer túnel de nuestras carreteras, el primer síntoma de modernidad del viejo camino que nos unía con Aguadulce.
Eduardo de Vicente
21:31 • 21 ene. 2020 / actualizado a las 07:00 • 22 ene. 2020

La primera vez que fui consciente del miedo dentro de un coche fue un domingo en la carretera de Aguadulce. No debía de tener más de cinco o seis años de edad, pero fue tan grande la impresión que aquella sensación de desamparo se me quedó grabada para siempre. 



Era uno de aquellos domingos de los años sesenta en los que muchas familias de la recién estrenada clase media salíamos de excursión en el coche que también acabábamos de estrenar. Poco importaba el destino, lo que nos empujaba era esa sensación de libertad y de conquista que suponía alejarse de la ciudad y descubrir nuevos horizontes en unos pocos minutos, sin necesidad de echar un día de viaje. 



Salir en el coche era un acontecimiento festivo para las familias y al día siguiente, cuando llegábamos al colegio, íbamos contando la aventura como si hubiéramos atravesado el océano. 



Recuerdo que la ilusión del coche y la carretera se transformaba en recelo cuando mi padre tomaba el camino del Parque y se metía por ese pasadizo entre montañas que llamaban la carretera de Aguadulce. Nunca antes había percibido el peligro tan cerca. Aquella sensación de estar al borde del abismo, el desasosiego permanente que te ahogaba en cada curva, el temor a que el coche se precipitara por el acantilado o a que nos cayera una piedra encima, me amargaba la excursión del domingo y poco me importaban ya los descubrimientos que nos íbamos a encontrar al pasar aquel tramo infernal porque a la vuelta volvería a sentir los mismos temores.



No había mejor manera de entender el aislamiento histórico de esta ciudad que atravesar la carretera del infierno que iba hasta Aguadulce, un tramo peligroso que en los años del desarrollismo y del auge de los coches se cobró  muchas vidas.



La necesidad de adecentar la carretera empezó a hacerse urgente a medida que fue aumentando la intensidad del tráfico. A mediados de los años sesenta atravesaban el camino más de mil vehículos al día, por lo que se empezó a abordar con seriedad la reforma de la carretera, un proyecto considerado de máxima urgencia por razones turísticas, comerciales y de seguridad. En marzo de 1963 ya se hablaba de la construcción de un túnel que se llevara por delante las fatídicas curvas que empezaban en el primer tramo, al dejar atrás el Puerto Pesquero  y coger el camino que iba hasta la Venta Eritaña. Hubo que esperar tres años para que la reforma empezara a hacerse realidad. En el otoño de 1966 llegó la gran  noticia de que ya se habían subastado las obras para la construcción del túnel, unos trabajos que afectaban a un tramo de mil trescientos metros de longitud. Se trataba de poco más de un kilómetro, pero merecía la pena porque el recorrido estaba sembrado de curvas de radios muy reducidos y de puntos tan estrechos que en uno de ellos solo era posible el sentido único alternativo por la imposibilidad material de cruce de dos coches.



Para salvar el elevado cantil existente, se eligió la excavación de un túnel  de ciento veintisiete metros. Se trataba entonces de la obra de mayor presupuesto ejecutada en Almería y el único tramo hasta ese momento en el que los coches pasaban a través de un túnel. El tramo elegido empezaba nada más dejar atrás la vieja casa del fielato, que quedaba a un lado de la carretera, los almacenes de conservas y el Puerto Pesquero. Entonces se llegaba a la Venta Eritaña, donde se iniciaba el trozo de actuación para perforar la gruta. 



El túnel de la carretera de Aguadulce fue nuestro primer túnel, tan importante que cuando estuvo terminado nos gustaba atravesarlo por sentir la emoción de pasar por debajo de la tierra, recreando una experiencia que los niños de entonces solo habíamos vivido cuando íbamos en tren a Granada. 


Cuando se abrió el primer túnel se puso en marcha otro nuevo proyecto para seguir adecentando la temida carretera. En la primavera de 1971 ya estaba en marcha el plan para abrir entre las rocas del Cañarete otros dos túneles más.


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