La mujer que corría con el mini inglés

Eduardo de Vicente
07:00 • 25 nov. 2019

Los coches fueron su juguete favorito cuando era niña y una pasión que se le quedó de por vida. Mari Carmen Álvarez lleva un motor incorporado entre el corazón y el cerebro, un motor que no ha parado de rugir desde que tenía catorce años y a la salida del colegio se iba con su padre a las reuniones del Automóvil Club.



Su afición es una herencia, un asunto de genes. Su padre, Antonio Álvarez Torres, fue un mecánico famoso en Almería que tuvo el taller en los Jardines de Medina  y después entre los bastidores de la antigua Estación de Autobuses. Además, fue un destacado piloto de motos, que competía con Paco Gázquez y Antonio Castillo en las carreras por la Rambla y en las subidas al Cerro de San Cristóbal.



Mari Carmen creció oliendo a gasolina y a grasa, y escuchando las historias de motores que su padre contaba sobre la mesa a la hora del almuerzo. Llevaba la velocidad en la sangre y sin tener todavía la edad oficial para sacarse el carnet, ya manejaba con gran destreza el coche Topolino que se veneraba como una reliquia en el taller de su padre. 



Como en aquellos tiempos el carnet no se podía obtener hasta la mayoría de edad, que estaba establecida en los 21 años, Mari Carmen tuvo que soportar una larga espera, conduciendo a escondidas o practicando por la explanada del puerto que entonces era el circuito familiar de las mañanas de los domingos. En 1965, cuando por fin cumplió la edad reglamentaria, se sacó el carnet de conducir a la primera, demostrando que era toda una experta en el oficio. 



Tanto le gustaban los coches y las carreras, que un día, Ramón Gómez Vivancos, uno de los responsables del automovilismo almeriense, le propuso correr. Su primera prueba fue entre Carboneras y Mojácar, en 1969, cuando la carretera era infernal. La anécdota de aquella experiencia fue que llevaba detrás a su padre y a su madre en un Seat 600 velando por si le ocurría algún percance a la niña. Pero la niña conducía con tanta seguridad que jamás sufrió ningún accidente. 



En 1970 consiguió el primer puesto en el Campeonato Provincial, llevando como copiloto a su  hermana, Ana Gracia,  y  superando a rivales como Paquita y Concepción Hernández, Mercedes Ramos y Carmen Espinar. Pero a ella, lo que más le motivaba era participar en las pruebas masculinas, en las carreteras más competitivas en las que de verdad podía demostrar sus grandes dotes como piloto. Llegó a estar seleccionada para el Campeonato de España mixto, pero no llegó a participar porque  decidió dejar el automovilismo al contraer matrimonio. 



Mari Carmen Álvarez no ha perdido su afición por los motores y todavía hoy, cuando viene a Almería por la carretera del Cañarete, le gusta imaginar que está compitiendo y que ninguno de los otros conductores con los que se cruza están a su nivel.





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