Antes de que hicieran el Pabellón

En la Avenida de Cabo de Gata se jugaba en las instalaciones sindicales

El antiguo campo del gas se convirtió en un complejo deportivo.
El antiguo campo del gas se convirtió en un complejo deportivo.
Eduardo de Vicente
07:00 • 28 oct. 2019

Como veníamos de la austeridad nos adaptábamos a todo y nos conformábamos con poco. Un solar de tierra o un trozo de calle sin asfaltar podía ser para nosotros un campo de fútbol con solo colocar cuatro piedras como si fueran porterías. 



Jugábamos en los descampados de la Rambla, sobre la arena de la playa, debajo del puente de los Arcos que iba desde la estación del tren al Cable Francés; jugábamos sobre los adoquines y el asfalto del puerto y en los espacios libres que se iban quedando a medida que la vega desaparecía. Jugábamos en cualquier descampado porque apenas teníamos instalaciones reglamentarias; jugábamos en las plazas públicas, en las puertas de las iglesias y hasta en los patios de los colegios a la hora del recreo, cuando no teníamos ni una mísera pelota de goma que echarnos a los pies y recurríamos a cualquier objeto que fuera susceptible de darle patadas, aunque fuera una piedra. Jugábamos en la vía pública, expuestos a los coches y a que llegaran los municipales para ‘aguarnos’ la fiesta.



Las primeras pistas de cemento, llamadas entonces polideportivas, fueron las que hicieron en la Sección Femenina, en el Colegio Menor y las que levantaron sobre el solar del antiguo campo del gas, junto a la playa de las Almadrabillas. La antigua factoría que nutría de gas a toda la ciudad se transformó en una fábrica de futbolistas de dudoso porvenir. El campo del gas fue uno de esos paraísos pobres donde los jóvenes de los años cincuenta se sentían libres soñando con ser jugadores. Llamarle campo de fútbol puede resultar exagerado, pero al menos era un buen lugar, junto a la playa, lleno de aire y de sol, donde poder evadirse durante unas horas sin temor a que pasaran los municipales y te quitaran la pelota. 



Aquel campo destartalado y primitivo estuvo funcionando durante diez años. En 1965 el ayuntamiento se lo cedió a la Delegación Nacional de Sindicatos para que construyera una piscina moderna y varias pistas polideportivas. Su puesta en marcha sirvió para darle vida a ese tramo de la Avenida de Cabo de Gata que durante los meses de invierno, sin la animación de la playa, se convertía en un lugar de paso. 



Enfrente de las instalaciones sindicales existían unas naves que eran propiedad del ayuntamiento, que fue el lugar elegido para poner en marcha el nuevo parque de bomberos, que hasta entonces estaba en la Avenida de Santa Isabel. Una de las naves que se utilizaban para guardar el material de limpieza sirvió de refugio para los jóvenes almerienses que soñaban con ser boxeadores. Allí, gracias al empeño de Eduardo Gallart, montaron un cuadrilátero reglamentario donde se realizaban los entrenamientos diarios y donde los fines de semana se organizaban grandes veladas. Eran sólo cuatro paredes y un ring, pero allí se respiraba boxeo por los cuatro costados. 



En los primeros años setenta las naves del parque de incendios se convirtieron en un auténtico templo del boxeo. En aquella época empezaron a llegar nuevas instalaciones deportivas que vinieron de la mano de los nuevos colegios nacionales. Había más lugares para hacer deporte, pero la ciudad estaba pidiendo a gritos un pabellón cerrado que pudiera responder a la creciente demanda de actividades deportivas.



El primer plan que tuvo entre manos el ayuntamiento fue construir un Pabellón en la Carrera de Alhadra, en el barrio de Los Molinos, pero los terrenos que se habían previsto para su construcción se utilizaron después para levantar un Instituto de Bachillerato. El cambio de planes obligó a buscar una nueva ubicación para el Pabellón. En febrero de 1972 se aprobó un nuevo proyecto sobre diez mil metros cuadrados, en la recién estrenada Avenida del Mediterráneo o de Carrero Blanco. 



Las obras del Pabellón de Deportes se iniciaron en 1973 y cuando el esqueleto del edificio ya estaba levantado se detuvieron los trabajos por falta de dinero. Durante años, aquella estructura desnuda de hierros formó parte del paisaje de los almerienses, que no pudieron ver concluida e inaugurada la gran obra hasta 1981.



Temas relacionados

para ti

en destaque