La Alcazaba que no está para fiestas

Detrás de los itinerarios idealizados aparece una Alcazaba rota que muestra sus heridas

Piedras de la torre del Homenaje, donde la erosión muestra sus efectos implacables y donde reina el abandono.
Piedras de la torre del Homenaje, donde la erosión muestra sus efectos implacables y donde reina el abandono. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 15 jul. 2019

Los lunes, cuando la Alcazaba cierra por descanso, los turistas que suben acaban perdiéndose por el camino de acceso al tercer recinto. Es la otra alternativa para poder contemplar la ciudad desde las alturas y el mejor itinerario para tocar las heridas del monumento. Llegan hasta la puerta de hierro que separa el camino de la cara norte de la fortaleza y desde allí ascienden por las escaleras de piedra que conducen hasta los pies de Torre del Homenaje.




Es un trayecto de contrastes: por un lado las vistas espectaculares de la ciudad y por otro la realidad del abandono que sufre este sector del monumento. Los visitantes gastan más fotografías retratando la miseria que la grandeza de lo que ellos llaman el castillo. Allí te encuentras con las piedras de la torre desgastadas por la erosión sin que hayan sido objeto de rehabilitación alguna; allí te sorprende contemplar como los fosos que se abrieron para instalar los focos de iluminación se han convertido en vertederos de basura; allí aparecen los restos de ese naufragio de cada fin de semana que son los botellones juveniles y la imagen desoladora de una vegetación completamente descuidada que se mezcla con el polvo de las murallas desgastadas.




El que estaba llamado a ser el camino principal de acceso para poder llegar al tercer recinto en coche, es hoy el reino del abandono absoluto que vuelve a demostrar que el entorno de nuestro principal monumento histórico ha ido a menos. Los que somos de este barrio tenemos fresco en la memoria el recuerdo de lo que era este camino en los años setenta, cuando los camiones subían hasta arriba con toda la tramoya de los festivales de España, cuando un equipo de jardineros trabajaba a diario para mantener con vida la vegetación y las flores de la ladera, cuando en la mitad de la subida aparecían las instalaciones del Mesón Gitano en todo su esplendor. La Torre del Homenaje, que entonces se vestía de gala en las noches de agosto, hoy no está para ser visitada, como tampoco lo está el reformado Mesón Gitano ni el abandonado camino de acceso. Si don Ramón Castilla, Gobernador Civil en los años cincuenta, levantara la cabeza, la volvería a meter bajo la tierra al comprobar en qué se ha convertido el camino en el que tanto empeño puso para dinamizar el monumento.




Esta carretera que llevaba desde la puerta principal hasta el tercer recinto está a punto de cumplir sesenta años de su puesta en funcionamiento. Su historia comenzó en el otoño de 1958, cuando don Ramón Castilla se tomó en serio el proyecto de abrir un nuevo camino de acceso a La Alcazaba, rodeando su ladera meridional hasta alcanzar la Torre del Homenaje, aquella franja del cerro que miraba al mar formando un pequeño suburbio al margen de la ciudad. A finales de septiembre los obreros empezaron a allanar el terreno por la cota más alta, la parte pegada a la torre. Desde allí, había que ir bajando, abriendo la nueva carretera hasta desembocar en la plaza de la puerta principal, lo que suponía un trazado de cerca de un kilómetro.




Fueron nueve meses de intenso trabajo, donde se empleó mucha mano de obra, gran cantidad de picos, palas y espuertas y escasa maquinaria. Hubo que arrancar rocas, extraer de raíz algunos árboles moribundos e inventarse un sendero decente en un tramo robado a la montaña. El 18 de julio de 1959, aprovechando el día de fiesta nacional, se inauguró el camino de acceso que suponía poder alcanzar el último recinto bordeando el cerro, con la posibilidad de subir en coche.




Hoy, la carretera ha vuelto a ser camino y si sube un coche hasta arriba no puede acceder a la cara norte porque está cerrada. La única alternativa es ascender por las escaleras de la Torre del Homenaje y encontrarse, frente a frente, con la realidad de una Alcazaba gravemente herida que no está para fiestas.





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