El alma del ‘Barrio Alto’ del Alquián

En 1964 Francisco Cayuela y Paquita del Águila abrieron una tienda en el camino de la playa

Los fundadores del bar ‘Barrio Alto’, Francisco Cayuela y Paquita del Águila.
Los fundadores del bar ‘Barrio Alto’, Francisco Cayuela y Paquita del Águila.
Eduardo de Vicente
16:54 • 02 jul. 2019

Hay bares por los que el  tiempo pasa sin cambios bruscos, lugares que van  conservando su esencia, respetando las tradiciones y el trato cercano con la gente. Hay bares que se veneran como si fueran templos, rincones sagrados de la memoria colectiva de una calle, de un barrio, de un pueblo. 



El ‘Barrio Alto’ es un bar y uno de los monumentos principales del Alquián. Uno se puede perder buscando la iglesia, pero todo el mundo conoce el camino que lleva al viejo establecimiento de la familia Cayuela del Águila. Es uno de los negocios más antiguos de la barriada, una  referencia, un escenario de peregrinación para aquellos que buscan el placer sencillo de unos calamares frescos recién hechos o de un plato de patatas fritas de los que sonarían a sacrilegio en las sofisticadas cartas de los restaurantes modernos. 



El ‘Barrio Alto’ mantiene la personalidad con  la que nació hace más de medio siglo. En sus orígenes fue un bar por casualidad, una tienda con vocación de bar que empezó a escribir su historia en 1964 cuando el matrimonio formado por Francisco Cayuela y Paquita del Águila cambió el trabajo en el campo por  un local donde montó una humilde tienda de comestibles. Se instalaron en la calle de Magallanes, que en aquel tiempo era un camino de tierra que comunicaba el corazón del Alquián con la playa y el bosque de los pinos. Los comienzos fueron complicados porque la humildad de la clientela obligaba a vender ‘fiao’ y a veces eran tantos los motes que se acumulaban en la lista de papel de estraza, que había semanas en las que los tenderos no tenían en el cajón ni para pagar la luz. Para compensar la escasez el dueño solía embarcarse en su bote de madrugada y venir cargado de piezas al amanecer. Un día, un grupo de guardias civiles, de los que entonces vigilaban la costa, tomaron por costumbre acudir a la tienda a que Paquita les friera el pescado que había traído su esposo. Aquella iniciativa acabó por convertirse en una tradición y de tanto freir pescado y de tanto servir vino, la tienda acabó transformándose en un bar.






En aquellos tiempos, a finales de los años sesenta, el ‘Barrio Alto’ competía con el histórico bar de la Luisa, en la misma carretera. Pronto fue ganando fama por la calidad de las tapas, basadas siempre en el pescado fresco. Los dueños contaban  como anécdota que uno de los clientes más fieles venía de Madrid cuando en el aeropuerto existía una escuela de prácticas para pilotos. En una ocasión, éste cliente llamó por teléfono para decirle a los dueños que tenía una fiesta con los amigos en la capital de España y necesitaba una caja de gambas de verdad. Esa misma tarde se presentó con la avioneta en Almería solo para llevarse las gambas.



Los dueños actuales del bar, que son los hijos y una de las nueras de los fundadores, cuentan que en los años setenta, cuando el negocio ya tenía fama en Almería, era habitual que de tapa se pusieran cigalas, algo que hoy sería impensable por el valor que ha llegado a alcanzar el marisco. 



El ‘Barrio Alto’ era un bar diferente, directo, sin protocolos, amable como el cuarto de estar de una casa. Una vez, en aquella primera etapa del establecimiento, llegaron dos francesas y pidieron  la carta. Paco, ante la insistencia de las turistas, acabó explicándoles que allí no había más cartas que las que él le mandaba a su novia cuando estaba haciendo la mili.




Por el bar del Alquián han pasado actores y actrices de renombre, presentadores de televisión y deportistas de prestigio sabiendo que allí el éxito lo tenían asegurado. Paco, Juan Diego, Manolo y Nati han heredado la fórmula de los fundadores y saben el secreto para que el bar siga siendo eterno. No es solo el pescado fresco, también la forma de tratar a la gente, ese don que hay que traer en los genes para que te salga de forma natural y que el cliente, cuando llega, tenga la impresión de estar en su propia casa.


En una de las repisas que se levantan detrás de la barra están archivados los libros de dietarios que guardan medio siglo de nombres y de historias del establecimiento. En esa misma pared destaca un gran escudo del Athletic de Bilbao, otra de las tradiciones del local, tan arraigada como la del pescado recién hecho.


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