Las tumbas del patio del cuartel

Apuntes sobre el Cuartel (I)

El cuartel de la Misericordia y los barrios del puerto, la Almedina y el Reducto vistos desde los torreones de la Alcazaba.
El cuartel de la Misericordia y los barrios del puerto, la Almedina y el Reducto vistos desde los torreones de la Alcazaba. La Voz
Eduardo D. Vicente
23:59 • 24 abr. 2018

El cuartel de la Misericordia fue durante décadas una de las obras interminables por las que suspiraba la ciudad. “Tenemos un cuartel que desde los tiempos del rey que rabió está solo con los cimientos y los muros del primer piso construidos”, denunciaba un artículo aparecido en la prensa en 1880. Con la obra sin terminar, los pocos soldados que lo habitaban lo hacían en condiciones de hacinamiento, teniendo que soportar largas temporadas sin agua, compartiendo el poco aire que les quedaba para respirar.



El piquete que entonces estaba destinado en el recinto militar tenía tan escasa relevancia que apenas daba para acompañar en los desfiles y para ser una de las atracciones populares  cuando se organizaba una corrida de toros. En aquellos tiempos era costumbre que los soldados encargados de velar por la seguridad en la corrida fueran desfilando hasta la Plaza de Toros arropados por la banda de música y seguidos por una tropa de chiquillos que armados con palos imitaban el paso de los soldados.



En el invierno de 1882 las autoridades decidieron adecentar el local y hacerlo más habitable. La primera obra fue la plantación de árboles en el patio principal con el fin de que los militares pudieran disfrutar de sus sombras en los calurosos meses de verano. Cuando se estaban realizando las excavaciones para colocar los naranjos, empezaron a salir a la luz calaveras y restos de cuerpos humanos que delataron la presencia en aquel escenario, bajo la tierra, de un antiguo cementerio de la época musulmana. Durante varias semanas, los propios soldados tuvieron que trabajar duro para despejar el terreno de tal cúmulo de huesos. Ante la posibilidad de una gran necrópolis, se optó por no continuar con las excavaciones más allá del perímetro donde iban a ser plantados los árboles.



El cuartel de la Misericordia se parecía poco en aquel tiempo a un recinto militar. Un destacamento escaso, una obra sin terminar y una utilización que estaba muy lejos del carácter militar del edificio. El cuartel era utilizado entonces, entre otras funciones civiles, para la repartición de limosnas y bonos a los pobres de solemnidad, que esos sí que formaban un gran batallón.



Como el dinero para continuar con las obras no llegaba y el recinto seguía abandonado, en 1890 las autoridades pensaron en la posibilidad de utilizar una de las alas del cuartel para instalar en ella la prisión provincial de forma provisional, mientras construían la nueva cárcel. La propuesta se desechó porque el recinto no ofrecía la mínima garantía para acoger a los presos. El Gobernador militar se quejaba por las edificaciones que sin la autorización competente se habían construido adosadas a la fachada norte del cuartel, impidiendo el aislamiento exigido para este tipo de edificios.



“El cuartel de la Misericordia, por su emplazamiento y lugar donde está situado no reúne condición alguna de seguridad. Las tropas que en él se alojen estarán siempre comprometidas y bloqueadas dentro de este recinto, dominado como lo está por sus cuatro frentes o fachadas. Por el norte lo dominan por entero la explanada de San Antón, los terrados del barrio allí existente y la vertiente sur del cerro de la Alcazaba. Por el sur el colegio y la iglesia de San Juan, desde cuya torre, separada del cuartel solo por el ancho de la calle, puede batirse toda la parte del cuartel hoy construido”, explicaba el informe, recogido por los periódicos de aquellos días. 



Ese mismo verano de 1890 empezó a correr el rumor de que el ministerio de la Guerra se había tomado en serio el proyecto de reconstrucción y terminación del cuartel con objeto de dotar a la población de la guarnición que por ley le correspondía. Pero los rumores no llegaban a ser  noticias y el cuartel siguió medio desnudo hasta que en 1893 el coronel jefe de la zona Sur hizo instalar en sus dependencias las oficinas de la comandancia militar, las de la caja de  reclutas y cuantas se hallaban diseminadas por la población. En noviembre de ese año el cuartel de la Misericordia vivió un acto solemne lleno de emociones cuando media Almería se dio cita frente a la puerta principal para despedir a las tropas que se iban con destino a la guerra de Melilla.




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