‘Las lágrimas de Susana’, por Pedro M. de la Cruz

`Nunca podrá olvidarse la sonrisa luminosa de un niño al que la muerte le alcanzó cuando apenas había traspasado el umbral de la vida`

Susana Díaz expresa sus condolencias a Ángel Cruz, padre de Gabriel.
Susana Díaz expresa sus condolencias a Ángel Cruz, padre de Gabriel.
Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 13 mar. 2018

Ayer, a las 16,33 sonó el móvil. Era Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, camino de Almería. Las líneas que siguen son una transcripción libre de la conversación que mantuvimos y durante la cual no pudo evitar ni el desgarro irremediable de la voz ni el intuido sonido silencioso de las lágrimas.




 “Estoy regular, para que te voy a engañar Pedro. No me lo quito de la cabeza. Qué dolor tan grande es el que tiene que sentir esa familia, Dios mío. Yo estoy pa' que me dé algo desde ayer. Esta mañana, en un acto con el Rey, me lo ha notado. Le he dicho: Majestad no me puedo quedar a la recepción, me voy para Almería ahora mismo. Lo ha entendido y ha estado cariñoso, como siempre. Me ha dicho que él también percibía la conmoción social que había provocado la desaparición y la muerte de Gabriel. Es que es todo tan atroz, tan brutal, tan horroroso, que sólo puede producir espanto.




Yo he vivido ya y por desgracia algunas situaciones dramáticas. Pero lo de este niño es muy fuerte. No sé si es por la brutalidad de cómo han sucedido los hechos o, sobre todo, por la sonrisa, por esa sonrisa tan bonita, tan linda que todos veíamos en las fotos




Ayer (por el domingo) cuando me llamaste para pedirme unas declaraciones no las hice porque no podía, sinceramente no podía, no podía reprimir las lágrimas. Esta mañana he estado con mujeres de la misma edad que la de la madre de Gabriel o la mía y estaba, estábamos todas, conmovidas. Hablaban y hablábamos del niño con lágrimas en los ojos. Y ahora, cuando nos hemos parado en Antequera a comprar unos bocadillos, al decirles a los camareros y a las camareras que veníamos para Almería también nos trasmitían su emoción y su conmoción. Ya te digo, creo que ningún suceso ha causado una conmoción tan grande.  




Quizá sea la sonrisa de Gabriel, ya te digo; esa sonrisa que movía a la ternura, a quererle; o su mirada, tan alegre, tan viva. Estoy hecha polvo. Ya estoy llegando a Almería y quiero ir a ver a los padres, a reconfortarles, a abrazarles, a darles mi cariño como presidenta y como madre. Yo tengo un niño pequeño, ya tú sabes, y eso también hace que las madres tengamos una sensibilidad a flor de piel. Por eso quiero estar con Patricia y besarla y abrazarla; bueno, yo, como todos los andaluces, como todos los españoles. Está siendo una mujer tan dulce, tan sensata, tan tierna, tan inteligente, que hay que estar con ella y con su familia. Yo es lo que voy a hacer y no como presidenta, o no solo como presidenta, sino como madre, como una madre más, como las miles de madres andaluzas y españolas que hoy queremos acompañarla en su dolor y en su pena. Qué fuerte todo, qué fuerte Pedro…”




Y la voz se ahogó en la congoja intuida de una mujer, que como otros millones más de hombres y mujeres, ya nunca podrán olvidar la sonrisa luminosa de un niño al que la muerte le alcanzó cuando la vida apenas había traspasado el umbral de su llegada.  
 






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