Los valores de los ‘niños’ de la OJE

En la OJE te educaban en el amor a Dios, a la patria y el respeto a los compañeros y a la naturaleza

Un grupo de niños de la OJE en una de las acampadas que entonces se hacían en el campamento Juan de Austria de Aguadulce en los meses de verano. La i
Un grupo de niños de la OJE en una de las acampadas que entonces se hacían en el campamento Juan de Austria de Aguadulce en los meses de verano. La i
Eduardo D. Vicente
19:25 • 25 feb. 2018

Para los niños callejeros que no aceptábamos la disciplina que no viniera de nuestros padres o de nuestros maestros del colegio, para los que preferíamos la libertad de las pandillas y los solares y el vagabundeo sin normas ni leyes, los niños de la OJE nos parecían tan lejanos, tan diferentes a nosotros, que los mirábamos con desprecio y los acusábamos de “mimados” y de “cursis”.




Lo que no comprendíamos entonces es que aquellos aspirantes a adolescentes que en los primeros años setenta se vestían de uniforme y se iban al campamento de Aguadulce bajo la bandera de la Organización Juvenil Española, eran unos privilegiados porque en el fondo eran más libres que nosotros cuando durante unas semanas se iban de sus casas para compartir juegos y aventuras en grupo desde que amanecía hasta que se hacía de noche.




La OJE empezó a andar sus primeros pasos en Almería en 1960. Dependía del Frente de Juventudes y tenía como eje fundamental la educación de los niños y los adolescentes, pero sin esa carga política que habían tenido que soportar los que en los años de la posguerra participaban en los campamentos de Falange. Los primeros grupos de la Organización Juvenil Española que se crearon en Almería pertenecían a la Escuela de Formación y al Instituto de Enseñanza Media.




Poco a poco, la OJE fue extendiendo sus redes por los barrios y fueron muchos los jóvenes que se afiliaron a la organización aunque solo fuera por poder participar en los campeonatos de ajedrez, de billar y de futbolines  que se organizaban en el llamado Hogar Juvenil, que en aquel tiempo tenía su sede en la calle General Segura, junto a la redacción y los talleres de La Voz de Almería y enfrente del cine Hesperia.




En la OJE te educaban en el amor a Dios, a la patria y en el respeto a tus compañeros y a la naturaleza. Cuando entraban a formar parte de la organización tenían que hacer algunas promesas fundamentales. Prometían amar a Dios y levantar sobre este amor todos sus pensamientos y actos. Prometían servir a la patri y procurar la unidad entre sus tierras y entre sus hombres. Prometían tener mucho presente en cada momento que el estudio y el trabajo constituían su aportación personal a la empresa común y defender la justicia y luchar por imponerla.




Todos los años, cuando llegaba el mes de junio y se cerraba el curso en los centros de enseñanza, la OJE organizaba sus veranos de campamentos. El más cercano y por el que pasaron todos los miembros de la organización durante más de veinte años fue el campamento Juan de Austria de Aguadulce. Allí llegaban los muchachos dispuestos a hacerse un poco más hombres, más responsables, más conscientes de una tabla de valores que tenían que cumplir a rajatabla.




A finales del mes de junio se iniciaba la campaña con dos turnos y más de trescientos jóvenes, bajo la batuta, durante muchos años,  del oficial instructor don Francisco Salmerón Herrera, profesor de Educación Física del instituto, y del profesor de Magisterio don Andrés Vázquez García. Llegaban de las escuelas de Almería, Adra, Garrucha y Roquetas, así como de los centros de Formación Profesional de Almería, Adra y Berja, dirigidos por don Antonio Cueto Villalobos, profesor de la Escuela de Formación. Aquellos campamentos veraniegos eran lugares donde se mezclaban el recreo y los juegos con una rigurosa instrucción donde los jóvenes adquirían conocimientos militares y valores como la disciplina, el compañerismo y la solidaridad. Del soporte moral, que era fundamental en los campamentos, se encargaban los sacerdotes, la mayoría jóvenes recién salidos del Seminario que ya traían en sus formas de entender las relaciones con la juventud, los nuevos aires que también empezaban a notarse en la Iglesia. Destacaba entre aquellos curas un joven jesuita llamado Diego Oviedo Pérez, que además de sobresalir por su bondad y el trato exquisito hacia los muchachos, se dejaba notar entre el resto por su riqueza cultural y su inteligencia, que se la transmitía a los arqueros cuando les hablaba de los grandes escritores rusos.




Para muchos de aquellos niños que en los años sesenta se iban a pasar unas semanas al campamento frente a la playa de Aguadulce, la aventura significaba también un pequeño desarraigo familiar, salir de sus casas por primera vez. Para que la distancia sentimental no fuera un obstáculo y para que las familias pudieran saber de sus hijos, la organización llegó a poner en marcha un programa de radio que se emitía a diario, antes del almuerzo, a través de las ondas de Radio Juventud de Almería.


El programa se llamaba ‘Correo del campamento’ y lo realizaban los propios acampados, que acudían ante el micrófono para mandarle mensajes a sus padres y hermanos.
 



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