El defensor del pan con tomate

José Sánchez Uroz (Almería 1958), busca el placer de la alimentación sana experimentando con su propio cuerpo

José Sánchez Uroz se trajo de Alemania su afición por las plantas y ahora es un buscador de alimentos naturales.
José Sánchez Uroz se trajo de Alemania su afición por las plantas y ahora es un buscador de alimentos naturales.
Eduardo D. Vicente
21:27 • 16 sept. 2017

Ahora que hasta el pescado está bajo sospecha porque los mares están llenos de partículas de plástico que lo contaminan; ahora que el pan se dobla como si fuera un trozo de goma y huele a congelador; ahora que la carne se engorda en laboratorios y que los pollos ya no corren por el campo; ahora que las manzanas perdieron su aroma y los tomates no saben a nada, ahora qué nos queda para comer.




“Deberíamos de volver al pan con tomate y aceite”, me responde con firmeza José Sánchez Uroz, un erudito de la cocina que ha ido experimentando en su laboratorio, que es su propio cuerpo, el beneficio de una alimentación saludable. “Yo invito a la gente a que lleve una alimentación ecológica, no dejándose guiar únicamente por lo que otro le diga ni por un libro, sino tratando de investigar, probando, convenciéndose por su propia experiencia”, subraya.




Y qué podríamos considerar hoy una alimentación saludable, le pregunto. “Ir en busca de alimentos que estén menos tratados, con menor grado de manipulación química”, me responde. Y dónde están esos alimentos, le vuelto a preguntar. “Están en la naturaleza, donde siempre estuvieron”, aclara.




José Sánchez Uroz fue niño en los años sesenta, cuando encontrarse en el colegio o en la calle con un compañero obeso era un acontecimiento, cuando merendábamos con prisas por irnos a jugar cuanto antes, cuando las calorías del bocadillo de mantequilla o del pan con chocolate se esfumaban mezcladas con el sudor después de una carrera. Hoy los niños comen más que antes y juegan menos, lo que supone una pésima inversión.




“Vivimos en una sociedad sobre alimentada donde vemos mucha gente con problemas de obesidad, y lo que es más duro, muchos niños con sobrepeso. Hay un exceso de  consumo de productos industriales y también de azúcar, que se podría evitar. Si yo decido tomarme un batido es preferible hacerlo yo con la materia prima que elija y endulzarlo con dátiles o simplemente con un plátano, antes de añadirle azúcar”, explica.




Su libro de ruta de la buena alimentación pasa también por la fitoterapia. Sin duda está marcado por su experiencia en Alemania, país en el que vivió durante años, y en el que existía una gran veneración por esta técnica basada en el uso de plantas naturales. “He leído muchos libros sobre los beneficios de las plantas, he escuchado a mucha gente con experiencia, pero donde más he aprendido ha sido con mi propia experiencia, probando con mi propio cuerpo. A mí me diagnosticaron hace cuarenta años artritis soriásica. Entonces decidí renunciar a la medicina convencional y me elaboré mi propio tratamiento a base de plantas antinflamatorias”, me cuenta.




Su vida
José Sánchez Uroz fue niño de padre emigrante, lo que entonces era considerado como un golpe de  suerte por los otros niños, ya que tener al padre en Alemania o en Francia significaba gozar de más libertad para salir a la calle y llegar tarde a casa, además de poder disponer de las bicicletas y de los juguetes eléctricos más modernos que salían al mercado.




Nació en 1958 en la calle del Encuentro, pero a los cuatro años tuvo que mudarse de barrio, aprovechando que su tía que vivía en Regiones se había marchado a Barcelona y la casa se había quedado vacía.


En Regiones vivió años intensos cuando era posible jugar en la calle y cuando entre partido de fútbol y guerrilla callejera le sorprendió la tele. “La primera televisión que entró en el barrio fue la del cura, don José Burló. Los niños llenábamos el salón de su casa para ver los capítulos de Daniel Bom y el sacerdote nos cobraba la entrada”, recuerda. En 1966, cuando tenía ocho años de edad, tuvo que hacer las maletas porque la familia decidió reencontrarse en Alemania, donde su padre ya llevaba varios años trabajando en una fábrica de cemento. “No fue un cambio traumático porque los niños se adaptan pronto y allí nos integramos con facilidad porque había niños que jugaban como aquí y además teníamos el apoyo de una maestra española que se encargaba de los hijos de los emigrantes”.


En Alemania vivió durante doce años. Estudió, aprendió el oficio de tornero y regresó a su tierra. Tuvo su primera experiencia laboral como técnico de las máquinas tragaperras de la empresa Tauro Automatic, que tanto beneficio dejaron en los bares, y después se hizo fontanero, empleo que le ha servido para vivir. Además, supo compaginar sus trabajos con la vocación de la lectura y con su pasión por escribir. Ha contado en libros su experiencia como hijo de emigrante y su compromiso de por vida por una alimentación saludable, ahora que los vientos no son favorables.



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