Dolores Cañizares Díaz, una madre no se cansa de esperar... ¡gracias!

Antonio de Mata Cañizares. Sacerdote

Dolores Cañizares Díaz

  • La Voz

Aprovecho el día de la Madre para dar gracias a Dios y a nuestra Madre del cielo por mi madre, sencillamente. Y en este año, que hace sólo unos pocos días el Señor llamó a mi madre de este mundo a su presencia, quiero, en su nombre e imitándola cuanto menos en esa actitud, dar las gracias a la sanidad pública, a todos los sanitarios sin excepción y a cuantos trabajan en el ámbito de la sanidad, por su esfuerzo, trabajo y entrega. Estoy convencido de que lo hacéis por vocación… Gracias por lo que habéis hecho por mi madre, y por tanta gente. Disculpad cuando no sepamos estar a la altura humana que merecéis.

Me impresionó –tal vez sea pasión de hijo, pido perdón- cuando, en febrero pasado, mi madre fue a revisión tras una intervención urológica que le habían hecho en el Hospital de Poniente, y al preguntarle el especialista que la había intervenido, Dr. José Gómez Jiménez, que cómo estaba, su respuesta, serena y con mesura, fue: “agradecida por lo bien que me ha dejado usted, se lo tengo que agradecer siempre”. Amigo Pepe, bienhechor, que desde el cielo –así lo creemos con firmeza por la Resurrección de Jesucristo- mi madre te lo siga agradeciendo y tengas éxito en tus intervenciones y en tu vida, en tus preocupaciones y proyectos, porque eres un saco de humanidad; así lo has demostrado en el seguimiento y el interés mostrado. Gracias a nuestro común amigo, Dr. José Luis Soler, que me aconsejó que pusiera a mi madre en tus manos. Decir “tus manos” es mucho más que decir las manos del cirujano: son las manos de un hombre bueno y cabal, enamorado de su profesión. Gracias, José Luis, por tu amistad; que el Nazareno y la Virgen de la Piedad te sigan ayudando a ti y a tu familia, y que el ejercicio de la medicina, para ti y tu esposa, sea el lavatorio de los pies. 


He sido testigo en esta época de pandemia, y sobre todo en los momentos más difíciles por la incertidumbre y por todo…, del sufrimiento de cuantos entregáis la vida en la sanidad. No quiero referirme sólo a los médicos y a los enfermeros, o al personal propiamente sanitario, sino a cuantos hacéis agradable la vida en el hospital: personal de limpieza, de cocina, de mantenimiento, Capellanes que llevan la esperanza contra toda esperanza y el consuelo cuando no se ve la luz, haciendo de la noche tiempo de salvación que no interrumpe la historia de amor de Dios con sus hijos. Confieso que lo que más me ha impresionado han sido los testimonios de los trabajadores del hospital, mejor dicho, del personal del hospital, que al ver a un enfermo solo en su agonía, le cogían la mano, derramaban lágrimas, y pensaban en sus familiares. Sois personas con un corazón que no os cabe en el pecho. ¡Dios os bendiga, porque sois testigos de Su Misericordia y Su ternura! Sólo puedo deciros que rezo por vosotros cada día. Es lo mío, soy cura y es lo mejor que os puedo brindar; eso y mi disponibilidad en lo que os pudiera servir o ser útil.


Permitidme deciros que vuestra actitud, en los peores momentos con los recursos de unas palmas vespertinas, me recuerda al que no se bajó de la Cruz en la más absoluta injusticia, como fue su condena a muerte, y murió perdonando y con los brazos abiertos. Aquel fracasado, sin aspecto humano, es la piedra angular de la Vida, Jesús de Nazaret, el que estuvo muerto y ha resucitado; es el Nombre, único, que puede salvar y quien pone en Él su esperanza no queda defraudado. 


Al dar este testimonio público de agradecimiento a los sanitarios, en torno al día de la madre, no me olvido de quienes sois madres, y en la pandemia habéis sufrido… Y desde aquí mi felicitación a la Dra. María del Mar Aguilar, que ha sido madre hace unas semanas. ¡Felicidades de corazón! Como no me puedo olvidar del Dr. Sebastián López, -Sebas, para que no me regañes demasiado-, que actúa de hermano y de médico, y lo es convencido, amante de la medicina y de los amigos. Ya nos podemos guardar de no decirle algo que nos pase. (No sé qué es mejor o peor, si tener un amigo médico o cura. Todos caminamos juntos). 


Mi referencia es al Hospital de Poniente. Me refiero, sin menosprecio de ningún servicio, a la quinta planta, al área de medicina interna. Allí estuvo mi madre quince días en marzo. En esa planta mi madre fue querida por todos. A toda la planta ¡gracias, y ánimo siempre! Permítame, Dra. Mari Carmen Lea, que desde estas líneas le dé las gracias de corazón. Sólo le trasmito el sentir de mi madre. Sé que usted es mujer de fe. Sólo nos conocemos por teléfono, pero es suficiente. Mi hermana también le agradece todo cuanto hizo, cómo se preocupó por mi madre, y la prudencia que le adorna, junto a su ciencia y experiencia. Paco Carralcázar, a ti siempre, gracias… y lo sabes. Aitor y Vicente, sois el equipo de ángeles de la guardia. Son las cosas de Dios y de nuestra Madre del Rosario…


No me dejo atrás a los sanitarios de Roquetas, “a pie de calle” en el día a día. Quiero detenerme en la medicina paliativa, que no es para morir sino para ayudar a morir, y para hacer agradable la vida de pacientes y familiares en momentos tan difíciles. ¡No conozco a nadie que no os admire, y siento que no se potencie más esa rama de la medicina que conjuga ciencia y emotividad! Siento un gran respeto y admiración hacia vosotros, los de paliativos. Queda claro una vez más que puede haber enfermedades incurables pero nunca incuidables, y que la persona lo es desde el primer instante de su concepción hasta el momento de dejar este mundo: última llamada del Señor para gozar de su presencia en el Cielo.


Un abrazo a los amigos que se han dedicado a la medicina de cuerpo entero: D. Eduardo Morcillo, médico de mi familia desde siempre. ¡¿Qué decir de ti, querido amigo Diego Ramírez Soler?! A cuantos he consultado por cualquier cuestión de mis padres, no os nombro pero os tengo presentes. Y en la memoria, el Dr. José Luis Blanco Coronado, que dejó este mundo entregado a la medicina y partió en manos de Dios. 

Deseo que vuestro trabajo sea vuestra ofrenda de acción de gracias a Dios que nos ama.