Siempre en nuestros corazones

Pedro

José Antonio Fernández González

  • La Voz

Querido padre:


Hoy, 17 de Abril, hace ya 51 años que no estás entre nosotros, físicamente, claro. Porque lo que es en espíritu estas conectado con todos nosotros , o al menos, así lo percibimos.


Y una forma de notar tu presencia constante es en el recuerdo diario que todos tenemos de ti, de cómo eres, de lo que nos dejaste como legado, de tu bondad, tu alegría, tu honestidad y como no, tu nobleza.


Que sepas que sigues siendo un referente en tus hijos, nietos y bisnietos. Ya que de generación en generación el abuelito José sigue presente en todos nosotros.


Te marchaste muy joven, muy pronto. Pero el tiempo vivido entre nosotros fue el necesario para recordarte en esencia.


Han pasado 51 años, mucho, pero ni el tiempo ni la ausencia han impedido que sigamos queriéndote cada día mas, como si todo este tiempo lo hubieras vivido con nosotros, pues te tenemos presente en cada momento de nuestras vidas. Si son buenos momentos porque no estás entre nosotros y si son malos porque te necesitamos.


Muchos han sido los acontecimientos que han sucedido desde tu partida, muchas ausencias grandes, dolorosas y queridas para todos nosotros, como la perdida de mamá y la de tu primogénito, nuestro hermano Pepe, los cuales gozan ya de tu compañía allá donde os encontréis.


Como veras viejo sois tres a tener en cuenta pero no te preocupes, nos queda mucho amor para cada uno de vosotros.


Hoy y con muchos más años que cuando nos dejaste, desde nuestra madurez y en la experiencia que da la vida, no sabes padre como lamentamos de verdad, todo cuanto has dejado de disfrutar de lo que tu familia ha generado en estos años, de tus hijos, nietos y bisnietos.


Pero quizá tu misión era la de irte para que mamá pensara en la responsabilidad que había adquirido con su familia y de ese modo enfrentarse a sus miedos, a la vida, la cual por salud tenia relegada en un rincón.


Convirtiéndose en la capitana del barco, el cual nunca fue a la deriva y surgió resplandeciente de una profunda tristeza para dirigir ese barco hacía un amanecer lleno de luz y esperanza.


Gracias viejo por los años que nos regalaste. Por tus risas, tu buen humor, tu socarronería, tus inteligentes comentarios y tu simpatía. También por tus silencios, por la serenidad y templanza de tus palabras, por tu tristeza y esa apatía que a veces era involuntaria, más que nada impuesta por tu enfermedad.


Porque con todo lo que hemos vivido, crecido, madurado y porque no decirlo también fuimos felices.


Lo que siempre tuvimos y seguimos teniendo claro, es que no te lo puso la vida fácil, que pudo mas tu enfermedad que tus fuerzas. Que fueron más las complicaciones que la fuerza de voluntad.


Y una noche como en el mejor de los sueños decidiste dejarte llevar dulcemente y a sabiendas de que todo estaba bien, que siempre había estado bien y que todo quedaba en buenas manos.


A ti te queda descansar eternamente en la Paz del Señor, y a nosotros recordarte cada día como el primero, con el mismo cariño, la misma pasión, el mismo anhelo y decirte que cuando menos lo esperes, nos tendrás otra vez junto a ti como al principio lo estabas.


Te queremos.


Tu familia.