El Telmo Zarra que amó a su Almería con pasión

Antonio Belmonte Domínguez

  • Tony Fernández

La cabeza de Antonio Belmonte solo era comparable en lo futbolístico a la de Pedro Telmo Zarraonandía Montoya, Zarra, aquel mítico delantero del Athletic de Bilbao. Yo no lo vi jugar, pero decía mi padre que Belmonte acariciaba la pelota con la cabeza y la ponía donde le daba la gana.

Pasó Antonio Belmonte por el fútbol como Juan Rojas o Salustiano Polo: haciendo amigos. Era uno más de esa estirpe de grandes que no necesitan morirse para serlo. 


Pasó por el fútbol como por la vida: dejando un poso de sencillez y bondad. Nadie le puede reprochar nada en el mundo del balón ya que hasta en los tiempos de ‘guerra’ Poli-Ceefe: Belmonte supo esta con su señorío.


El futbolista Yo conocí a Belmonte por mis maestros de la Radio: José Miguel Fernández, Paco Cruz, Pototo, Diego García o José Gabriel Gutiérrez, cantaban sus goles con el Pavía, Real Madrid, A. D. Almería, Tenerife, Polideportivo... era un 9 de la vieja escuela. De esos que llegan en el momento justo al área para batir al portero rival. Fuí un privilegiado al verle marcar goles con aquel Almería de Ben Barek con centros medidos por Juan Rojas y Morales. La vida y la obra de Belmonte nacía en el Pavía y de allí hasta la eternidad con un Real Madrid que le lanzó a la fama.


Cuando media España iba al Bernabéu a por jugadores, ya estaba allí la ficha de Belmonte que consiguió Ángel Martínez para el equipo de su barrio. No subir a Segunda tras aquella eliminatoria con el Córdoba hizo regresar a Belmonte a Chamartín y de allí al Tenerife para subirlo a Segunda y regresar a su tierra tras un largo peregrinar para marcar goles con el Polideportivo Almería.


El entrenador En Antonio Belmonte no hay espacio para definir a la persona en un obituario ya que fue igual dentro y fuera del campo: un señor. Siempre con respeto hacia el rival. Discreto en la celebración como Telmo Zarra o José Eulogio Gárate. Para Belmonte un gol era parte de su trabajo y no explotaba, como otros.


Con el título de entrenador en el bolsillo comenzó en el club de su vida, el Pavía, y luego al campo de Níjar con un Campohermoso que hizo muy grande dejando su sello. Luego llegaría el Almería de Guillermo Blanes y el Polideportivo de Gómez Pomares. Antonio no hacía distingos cuando de Almería se trataba y trabajaba con profesionalidad. Ni un reproche de Poli o Ceefe hacia su persona, ni hacia su trabajo.


El consejero Trabajaba con Antonio Gómez Pomares en su empresa de Montajes Eléctricos. Cada jornada a la oficina de Los Molinos y a mediodía al Paseo para hacer los bancos donde tantas veces nos cruzamos: él con su tarea y yo camino de la Cadena SER cuando los estudios estaban en Jesús Durbán. Aquellas paradas con Belmonte era aprender ese saber estar que destilaba en sus comentarios. No hacía daño con la palabra: respetaba siempre al contrario. Un señor.


Antonio Gómez Pomares hizo un gran fichaje con Belmonte no solo a nivel laboral, ya que en los momentos de furia futbolística, que los hubo, aparecía Belmonte con palabras sabias para templar nervios.


Dios y el fútbol los quiso unir en aquel despacho donde los proyectos eléctricos se mezclaban con los contratos de un Poli Almería cumplidor con Pomares, ese jefe amigo que tanto valoraba un señor del fútbol que valió la pena conocer.