El hombre que mejor se caía del caballo

Manuel León

Jaime Mir

  • La Voz

Ayer cumplió 89 años Clint Eastwood en California y unas horas antes enterraban en Barcelona, con 90,  a Jaime Mir, el buscavidas con el que se rozó a 40 grados en el Desierto de Almería. 


Mir fue uno de los extras foráneos más socorridos en aquellos tiempos almerienses del Spaghetti western  y por su aspecto de canalla, con su bigote mexicano, llegó a participar en una docena de películas rodadas entre las ramblas de Tabernas, cuando se llegó a correr la voz en esos años entre los 60 y los 70 que no había nadie mejor que él cayendo del caballo.


Sus papeles ‘estelares’ siempre como extra en Almería fueron en El Bueno, el Feo y el Malo, con Sergio Leone, y en Las Petroleras, en la que tuvo que doblar a Claudia Cardinale cabalgando, con faldas y una peluca. En otra ocasión tuvo que aguantar como 40 caballos le pasaban por encima por exigencias del guión. Los protagonistas del filme, los actores principales, los secundarios, el attrezzo, toda la tribu del rodaje, nunca intuían por dónde conduciría el director la historia y cómo sería el final de la película, pero lo que sí sabía con certeza hasta el apuntador era que Jaime moría antes del final. 

Siempre fue así para este buscavidas catalán, que se conocía el desierto almeriense como las calles de su barrio barcelonés. Jaime Mir nació en 1930 junto al mercado del Encant, donde su madre viuda tenía una parada de frutas. Su primer oficio fue como taxista, hasta que con poco más de veinte años le cambió la vida cuando empezó a ejercer de chófer de ciclistas y de periodistas de Mundo Deportivo en el Tour de Francia, donde vio ganar a Bahamontes. Del volante pasó a convertirse en auxiliar de ciclistas en equipos como el BIC de Ocaña y después en el Teka y en el Festina. Una de sus labores era asear con prestancia a las estrellas del pedal cuando llegaban a la meta para la foto de rigor y para aquella televisión única en blanco y negro, en la que detrás de los héroes de la bicicleta siempre aparecía un tío con bigote y maillot publicitario que era él. Vio competir en primera línea a Anquetil, a Merckx, a Hinault e hizo de mayordomo en el pelotón de Pesarrodona y Perurena.


Su oportunidad en el cine le llegó cuando participó como asesor en Las piernas de la serpiente, una película de humor sobe el ciclismo, hasta que dio el salto como extra, con su bigote, sus gafas oscuras siempre Rayban y su aspecto de sheriff del Condado. Después intervino como secundario en alguna de esas películas porno inocentes de la Transición y en la de quinquis como Perros Callejeros, hasta que se retiró para siempre hace una década, guardando siempre un recuerdo de sus días calurosos en Almería tomando limonada en el Puerto Rico.