- Francisco Soriano Matínez
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- 30.04.2018
Las ciudades cambian, a veces para bien, a veces para mal. Dos, entre otros, significativos malos casos de Almería . Las 4 pérgolas que existían al principio del Parque. Un precioso y valioso ejemplo de arquitectura de jardinería: construida a ladrillo visto, con bancos y vigas de piedra por donde trepaban frondosas buhambillas y jazmineros, rodeadas las 4 por zonas ajardinadas y estanques alargados con surtidores cruzados, y separadas, de 2 en 2, por una ovalada glorieta ceñida por bancos corridos de piedra, con una estilosa y redonda fuente de piedra en su centro. Y el desaparecido el kiosco de la música del Paseo. Un perfecto y puro modelo del estilo racionalista, con ciertos rasgos de art déco en sus armoniosas curvaturas de las dos columnas donde se apoyaba su singular techo levemente inclinado hacia atrás, como dando una acogedora bienvenida a quien a él se acercara. Una espectacular y primorosa obra del arquitecto almeriense Guillermo Langle, diseñador de la Ciudad Jardín, de la Ermita de Torre García, donde, según la tradición, se encontró la talla de la Virgen del Mar, o de la antigua Estación de Autobuses, catalogada como una de las 20 obras maestras de la arquitectura modernista de Andalucía, o de... Pues ambas obras se han sustituido por un simple estanque en el Parque, y por una escultura, no precisamente bella, dedicada al educador, en el Paseo. ¿Ciertamente eran necesarios esos cambios? Y así, poco apoco, se va mermando, para las generaciones posteriores, unas clásicas imágenes de aquella Almería que nunca volverá... aunque siempre existirá en la memoria de algunos.