La vocación de una agricultora

Carmen Ferre, hija y nieta de agricultores, es técnica de Coprohníjar y dirige su invernadero

Carmen con tres trabajadores, miembros de una misma familia maliense.
Carmen con tres trabajadores, miembros de una misma familia maliense. La Voz
Jacinto Castillo
12:50 • 14 ene. 2019 / actualizado a las 13:06 • 14 ene. 2019

La mañana de diciembre amaneció fría en Campohermoso. El invernadero de Carmen Ferre Giménez, hija y nieta de agricultores, está en plena actividad de cosecha de tomate pera. 



Un grupo de trabajadores, todos de la familia Demba de origen maliense, recorren los lineos recogiendo el fruto con mimo. Ella compagina su condición de agricultora con el trabajo de asesoramiento agronómico en el equipo técnico de Coprohníjar.  Carmen se confiesa incondicional del campo desde que tiene memoria. Por eso, decidió estudiar la carrera de Ingeniería Técnica Agrícola y, andando el tiempo decidió asumir el apasionante reto de dirigir la explotación agrícola familiar que había sido uno de los principales referentes de su experiencia familiar. Casi no se explica como la mayoría de sus compañeros de carrera aspiraban a ser funcionarios o a trabajar en empresas auxiliares, descartando el invernadero. 



Para esta mujer joven, pero de larga experiencia en el campo, esta profesión no presenta ningún problema en especial. “Es como cualquier otro trabajo. Además, merece la pena esforzarse en llegar a ser una buena agricultora", comenta al tiempo que señala, quizás como únicas dificultades en esta profesión para una mujer, algunas limitaciones físicas que pueden surgir puntualmente en algunas labores. Salvo eso, nada más.



En lo que sí insiste es en la necesidad de que la mujer  se haga más visible en la actividad de la cooperativa: “En Coprohnijar hay muchas socias, deberían dar un paso adelante y tener más protagonismo en las decisiones”.



Sus padres Antonio y Nieves le dedicaron todo su apoyo cuando se decidió a asumir la responsabilidad de sacar adelante el invernadero. “Ser agricultor es también ser empresario y eso significa una mayor responsabilidad, además de asumir la incertidumbre propia de este sector”, subraya Carmen. 



Esa incertidumbre influye en la forma de entender la vida del agricultor. Carmen comenta al respecto que el agricultor siempre reserva parte de las ganancias de los años cuyos precios se han comportado mejor, para hacer frente a una campaña menos favorable. Además, es necesario invertir periódicamente. Por ejemplo, Carmen tienen previsto camiar el plástico de sus 7.500 metros cuadrados de invernadero este verano. Eso implica unos 8.000 euros.  



Carmen reconoce que el tamaño de su invernadero ya no es suficiente para sacar adelante a una familia. Pero, su caso es distinto, porque ella compagina su actividad profesional como técnica Coprohnijar con el invernadero, e el que tiene de alta a cinco personas de forma permanente, combinando el trabajo de esta plantilla con las necesidades del invernadero de su hermano Manuel, que decidió apostar por la agricultura después de su paso por la electromecánica, materia en la que se formó.





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