Recitar mi blog

Casi todas las tardes recito poesía. Pongo la grabadora del móvil y busco un poema. En la revista Zenda me encontré un artículo con trece poemas de Raymond Carver, y yo que soy una apasionada de este escritor no dudé en recitar algunos. Empecé por un poema titulado Miedo, luego seguí con El poema que no escribí y acabé con El mejor momento del día.  

Siempre que recito soy feliz, y no se trata de vanidad sino que lo hago porque me gusta. Me gusta sin más. Y qué mejor cosa que dedicarse a lo que a uno le gusta sin esperar nada a cambio. 

Sin embargo llevo un tiempo aturdida, abrumada, excitada, no sé cómo definirlo. Me están mirando desde Singapur. Pero no es una simple mirada de algunas entradas de mi blog sino que lo están analizando profundamente año por año. Entonces yo que veo esas entradas de 2013 o 2017, por ejemplo, de las que ya no recuerdo nada, me pongo a releerlas y me quedo asombrada de los sentimientos y emociones que transmiten. 

Algunas me fascinan y me sorprendo de mí misma, de este camino recorrido que inicié en mayo de 2007 hasta nuestros días. Es increíble la cantidad de contenidos que se han ido acumulando, la cantidad de citas que menciono según el libro que esté leyendo, la cantidad de emociones diarias, porque ya desde hace justo una década mi blog se ha convertido en un diario íntimo. 

Son tantas las entradas que me gustan que me han entrado ganas de recitarlas. Sí, quiero recitar mi blog. Especialmente me encantan un diálogo entre amores lejanos y una reflexión sobre el Tao, sus virtudes: humildad, moderación y compasión; no proponerse metas ni deseos; no querer controlarlo todo. Todo lo contrario a Occidente.

Después de pasarme horas y días reconfortantes, releyendo sin parar, me hallo esta declaración: “Recitar mi poesía/ Esa es mi vocación.”