Los abuelos almerienses del candidato Pere Aragònes

Antonio y Juana emigraron a Cataluña desde la pedanía de Palomares con una maleta de cartón

Antonio y Juana, los abuelos maternos,  junto a su nieto Pere Aragonès García. Foto Diario Ara.
Antonio y Juana, los abuelos maternos, junto a su nieto Pere Aragonès García. Foto Diario Ara. La Voz
Manuel León
19:37 • 08 may. 2024

Ahí en la foto aparece el pequeño Aragonès escoltado por sus abuelos almerienses; ahí se observa al candidato republicano con su mentón sólido, como un querubín, protegido por los padres de su madre un día de san Juan, junto a un enorme ramo de flores. Los tres sonríen en lo que seguro fue un día feliz de mediados de los ochenta.



El abuelo, Antonio García, llegó a Pineda del Mar, en el Maresme barcelonés, desde Palomares como un donnadie, como un botejara, sin nada en los bolsillos. Eran los años 20 y los pozos de las minas de Almagrera se habían inundado: ya no era rentable ni el plomo ni la plata y como miles de paisanos -como la mismísima Bella Dorita- cogieron la maleta de cartón con una guita y se subieron al Catalán, el tren de la época, para buscar una  vida mejor en la Cataluña de la primera industrialización. Fue como una cofradía de socorros mutuos: los almerienses, la provincia con más emigrantes en Cataluña, aportaban mano de obra barata a la burguesía catalana, y ésta proporcionaba salarios a aquellos con los que empezar a construir un porvenir. Antonio, que había nacido en 1908, se casó allí con una paisana también de Palomares, Juana Ridao, y empezó a trabajar en una fábrica de fibra sintética y cuando le ingresaban la paga en el banco la  sacaba, la contaba y la volvía a meter, con su mentalidad de hombre antiguo.



Se compró una parcela en ese pequeño pueblo marinero, y se hizo la casa con sus propias manos trabajando los domingos. Allí puso un  bancal con fresas que vendía a una heladería. Pineda, como Tarrassa, Hospitalet, Manresa, Suria o Sabadell estaba asaeteada por gente de Cuevas, de Vera, de Turre, de Lúcar, de Mojácar. Algunos se quedaban, otros volvían. Antonio, el charnego, se quedó, no quiso volver ya a esa tierra en las que habían caído bombas nucleares a pesar del cariño que sentía por ella. Una de sus hijas se casó con Pere Aragonès Poch, el hijo del último alcalde franquista de Pineda del Mar, amigo íntimo de Fraga, el hombre que se bañó en su pueblo. Por eso, el último presidente de la Generalitat y candidato por Esquerra Republicana a las elecciones catalanas del próximo domingo, presume más de ese abuelo almeriense, de ese antepasado que se hizo así mismo a partir de una maleta de cartón amarrada con una guita, que del otro gerifalte de Franco. “Me siento muy orgulloso de ser el nieto de Antonio y de Juana, de Palomares, que vinieron a Cataluña a buscar un futuro para sus hijos”, ha expresado el dirigente catalán en uno de sus últimos mítines.








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